Esta pared blanca sobre la que el cielo hácese a sí mismo:
infinita, verdad, intocablemente intocable.
Los ángeles se bañan en ella, y las estrellas igualmente, en indiferencia también.
Mi medio son.
El sol se disuelve contra esa pared, desangrándose de sus luces.
Gris es la pared ahora, desgarrada y sangrienta.
¿Cómo salir de la mente?
Los pasos a mi zaga concéntranse en un pozo.
Este mundo carece de árboles y de pájaros,
solo hay agrura en él.
La pared roja no hace más que sobresaltarse:
un puño rojo se abre y se cierra,
dos papelosas bolsas grises:
he aquí mi materia, bueno: y terror también
a que llévenme entre cruces y una lluvia de lástimas.
Irreconocibles pájaros en una pared negra:
torciendo el cuello.
¡Esos sí que no hablan de inmortalidad!
Dos frías balas muertas se nos aproximan:
con mucha prisa vienen.
Sylvia Plath duele. Y no es que me guste el dolor, pero pasearme por tu blog durante el día, llena de colores y de sombras mi mundo cotidiano.
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Espero que sea siempre para bien.
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Siempre para bien. Siempre, siempre. Me encanta tu blog, es como una ventanita de oxígeno en la mitad de la oficina.
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Pues si echas de menos algún poeta o poema que te guste me lo dices. Gracias por tus comentarios.
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Gracias!
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