Si por cada palabra
el poeta tuviera que pagar,
por cada palabra
precisa o extraviada, húmeda
de connotaciones o reseca en raciocinio,
pegada a la piel del ser o estratosférica,
lúcida o legañosa, trepadora o veraz:
si tuviera que pagar el precio
de cada palabra sin olvidar ni una
¿se escribirían entonces tantos libros de poemas?
Pero precisamente
por cada palabra sin olvidar ni una
ha de pagar el poeta
su precio.