¿Recuerdas? – José Asunción Silva

¿Recuerdas?…. Tú no recuerdas
Aquellas tardes tranquilas
En que en la vereda angosta
Que conduce a tu casita
Plegaban a tu contacto
Sus hojas las sensitivas
Como al poder misterioso
Del amor tu alma de niña…
En la oscuridad pasaban
Las luciérnagas cual chispas
Que bajo la yerba espesa
Nuestros dedos perseguían
¡Así también en las horas
De mis años de desdicha
Cruzaban por entre sombras
Mis esperanzas perdidas!…

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
La cruz de mayo que hicimos
Con violetas silvestres
Y con sonrosados lirios
Bajo el frondoso ramaje
De tu árbol favorito.
Como una lluvia de perlas
Sobre blanco raso níveo
Brillaba por los […]
En las hojas del rocío!
Y los pájaros cantores
Hicieron cerca sus nidos…
Después pasé una mañana
Y vi tu ramo marchito
Como mi pasión ardiente
Por tu infamia y tus desvíos.

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
Más de esa noche amorosa,
La lumbre de tus pupilas,
El aliento de tu boca
Entreabierta y perfumada
Como un botón de magnolia,
Los murmullos argentinos
Del agua bajo las frondas,
El brillo de las estrellas
Y las esencias ignotas
Que derramaron los genios
En las brisas cariñosas,
Quedaron como una huella
Que el tiempo aleve no borra
¡Ay! para toda la vida
¡Escritas en la memoria!

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
Pero yo, cuando levanta
El crepúsculo sombrío
Del fondo de las cañadas
Y las tristezas inmensas
De lo profundo del alma
Al pasado fugitivo
Tiendo la vista cansada
Y nuestra historia de amores
Hacia mí tiende las alas.
¡Cuando en las horas nocturnas
Cabe el esposo que te ama
Tu agitado pensamiento
Tenga segundos de calma
De aquella pasión extinta
¡Jamás te acuerdes, ingrata!

¿Recuerdas?… Tú no recuerdas
La tarde aquella en que juntos
Bajamos de la colina,
Tus grandes ojos oscuros
Se anegaban en los rayos
Sonrosados del crepúsculo
Y tu voz trémula y triste
Como un lejano murmullo
Me hablaba de los temores
De tu cuerpo moribundo!
Si hubieras entonces muerto
Cómo amara tu sepulcro
Ahora, cuando te veo
Feliz gozar de tus triunfos
Tan sólo asoma a mis labios
Una sonrisa de orgullo!

Los dos inútiles- Rafael Cadenas

El que he sido gesticula para que lo reciba en este instante.
Abandonado, casi irreconocible, cedido a una voracidad, lucha por reconquistar el terreno perdido.
He decidido dejarlo fuera con una palabra tajante.
Me limito a esperar en silencio al que vendrá.
Al que he buscado con un hachón en la casa sin construir.
Al que apenas oí cuchichear una mañana en el dormitorio.
Al que más se alimenta con la sangre del momento.
Colmo oscuro, extremo de monólogo, mórbido visitante.
Mi perturbador puntual, siempre frente a mí con su enjambre de reticencias, huyéndome en susurros.
Mi magna pérdida.


Frente al tiempo – Rafael Cadenas

Eres tú el amor antiguo.

(Por buscarte, me recogí, dejé, suprimí, me abstuve, aplacé.
Guárdate de la esperanza.)
Amor, detenido en el aire como una mano por otra mano.

Una mañana descubierta, pero perdida
—cae su luz donde los labios no están preparados.

Auge fantasma,
A ningún ave deslumbra este brillo.

Los rayos de tu beso obligo a devolverse.

Canción de la ramera – Sylvia Plath

Fundida ya la escarcha blanca,
Y desvalorizados todos los sueños verdes
Tras un día de escaso trabajo,
El tiempo recobra el sentido para esta sucia ramera:
Su mero rumor se apodera de nuestra calle
Hasta que todos los hombres,
Rojos, pálidos u oscuros,
Se giran a mirar su andar desgarbado.
Fíjate —me lamento—, esa boca
Atrajo la violencia sobre sí,
Esa cara cosida,
Torcida con un moretón, un golpe, una cicatriz
Por cada año de perros.
Por ahí no va ni un solo hombre
Capaz de ahorrar aliento
Para enmendar con una marca de amor la desagradable mueca
Que, saliendo de esa negra laguna, zanja y taza,
Busca algo en el interior de mis ojos
Más castos.

La feria de la vanidad – Sylvia Plath

Cruzando un paisaje densamente helado,
Esta bruja avanza oculta, con los dedos encorvados,
Como sorprendida en un medio peligroso que,
Por el mero hecho de prolongarse,
Podría atarla al firmamento.
En el ángulo envidioso de su ojo,
Las patas del cuervo imitan las nervaduras de la hoja manchada;
La fría mirada de reojo roba su color al cielo; mientras el rumor
De las campanas convoca a los devotos, la lengua
De la bruja increpa al cuervo
Que corta el pelaje del aire
Por encima del muladar de su cráneo; no hay cuchillo
Que pueda rivalizar con esa aguzada vista que adivina que la vanidad
Acecha a las muchachas sencillas, devotas de la iglesia,
Y que el horno del corazón
Anhela más que nada cocer una masa
Preparada para extraviar a cualquier boba enamoriscada,
Dispuesta a derrochar, por una baratija,
Durante las horas del búho, en una cama de helechos,
Su carne impenitente.
Contra los rezos de las vírgenes,
Esta hechicera sabe poner suficientes espejos
Como para distraer al pensamiento de la belleza;
Las enfermas de amor gustan al principio de la canción,
Las chicas vanas se sienten impulsadas
A creer que no existen más llamas
Que las que inflaman su corazón, y que no hay libro que demuestre
Que el sol eleva el alma, una vez cerrados los párpados;
Por eso lo legan todo al rey de la negrura.
La peor de las cerdas
Rivaliza con la mejor de las reinas
Sobre el derecho a proclamarse la esposa de Satán;
Alojados en la tierra, esos millones de novias acaban dando alaridos.
Algunas arden rápido, otras, más despacio,
Atadas a la estaca del aquelarre del orgullo.

Canción de amor para tiempos difíciles – María Elena Cruz Varela

Difícil escribir te quiero con locura.
Hasta la misma médula. ¿Qué será de mis manos
si les roban la magia sonora de tu cuerpo?
Difícil. Muy difícil un poema de amor en estos tiempos.
Resulta que tú estás. Feroz en tu evidencia.
Resulta que yo estoy. Contrahecha. Acechante.
Y resulta que estamos.
La ley de gravedad no nos perdona.
Difícil es decir te quiero en estos tiempos.
Te quiero con urgencia.
Quiero hacer un aparte. Sin dudas y sin trampas.
Para decir te quiero. Así. Sencillamente.
Y que tu amor me salva del aullido nocturno
cuando loba demente la fiebre me arrebata.
No quiero que me duela la falta de ternura.
Pero amor. Qué difícil escribir que te quiero. Así.
Entre tanto gris. Tanta corcova junta.
Cómo puedo aspirar la transparencia.
Retomar esta voz tan desgastada.
Esta costumbre antigua para decir te quiero.
Así. Sencillamente. Antiguamente. Digo.
Si todo es tan difícil. Si duele tanto todo.

Si un hombre. Y otro hombre. Y luego otro. Y otro.
Destrozan los espacios donde el amor se guarda.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Si no fuera imposible olvidar esta rabia.
Mi reloj. Su tic-tac. La ruta hacia el cadalso.
Mi sentencia ridícula con esta cuerda falsa.
Si no fuera difícil. Difícil y tremendo.
Plasmaría este verso con su cadencia cursi.
Si fuera así de simple escribir que te quiero.

Detente sombra – Sor Juana Inés de la Cruz

Detente, sombra de mi bien esquivo,
imagen del hechizo que más quiero,
bella ilusión por quien alegre muero,
dulce ficción por quien penosa vivo.

Si al imán de tus gracias, atractivo,
sirve mi pecho de obediente acero,
¿para qué me enamoras lisonjero
si has de burlarme luego fugitivo?

Mas blasonar no puedes, satisfecho,
de que triunfa de mí tu tiranía:
que aunque dejas burlado el lazo estrecho

que tu forma fantástica ceñía,
poco importa burlar brazos y pecho
si te labra prisión mi fantasía.

AMOR CALLADO – MIGUEL A. PEGUERO

Amor callado, que jamás se queja;
amor que, en la discreta madrugada,
sólo acierta a poner, junto a tu reja,
la ilusión de una estrofa perfumada.

Amor de un alma taciturna y vieja;
amor que es como música olvidada,
que tiene azul resignación de oveja,
que lo da todo y que no pide nada.

Amor es eso, amar como te amo,
sin medir tu desdén, sin que un reclamo
haga que el alma de esperanza estalle.

Amor sin arrebatos y sin ruido,
que espera que tu hogar esté dormido
para pasar entonces por tu calle.

Tu nombre… amor – Carmelina Soto

Yo no te reconozco porque estoy en tus manos
y yo llegué a tus manos sin saberlo siquiera.
Por eso, si te nombro, me sabe a primavera
porque tu nombre es fiesta de trigos y manzanas.

Tu nombre sabe a mieses y al pan que busco y quiero
cotidiano y difícil… y al sol y a manzanilla.
Tu nombre sabe a tierra generosa y sencilla
y a septiembre y semillas y a navidad y a enero.

Por eso tú no puedes llamarte de otro modo
sino como te llama mi voz de cada día
que si te llamo, amor, se me ilumina todo.

Y tengo patria y sueños y ensueños y alegría
y anhelos y esperanzas y glorias y acomodo….
pues tengo todo… todo… lo que yo no tenía.