Serán ceniza – José Ángel Valente

Cruzo un desierto y su secreta
desolación sin nombre.
El corazón
tiene la sequedad de la piedra
y los estallidos nocturnos
de su materia o de su nada.

Hay una luz remota, sin embargo,
y sé que no estoy solo;
aunque después de tanto y tanto no haya
ni un solo pensamiento
capaz contra la muerte,
no estoy solo.

Toco esta mano al fin que comparte mi vida
y en ella me confirmo
y tiento cuanto amo,
lo levanto hacia el cielo
y aunque sea ceniza lo proclamo: ceniza.

Aunque sea ceniza cuanto tengo hasta ahora,
cuanto se me ha tendido a modo de esperanza

Elegía – Carlos Bousoño

Te he dicho que los hombres no contemplan
el puro río que pasa,
la dulce luz que invade las riberas
cuando fluye hacia el mar el agua casta.

Te he dicho ayer…Y yo veo ahora
fluyendo dulce hacia la mar lejana,
mientras los hombres ciegos, ciegamente
se embisten con furor de piedra helada.

Con desolada luz vas olvidado,
pero yo te contemplo, agua irisada,
silente amigo, y veo mi figura
triste, mirándose en tus aguas.

Amigo solitario:
esto te digo mientras pasas.
Repite luego mi voz triste
allá en las rocas desoladas.

Porque has de ver tierras estériles
y muertos sin remedio ni esperanza.

Gratitud al Gran Pájaro Azul – Antonio Gamoneda

Tú, el Gran Pájaro Azul, la Luminosa Guacamaya,
el Supremo Decisor, el que crea y concede la Vida,
estremeces tus alas y te extiendes volando en ti mismo.

Esto has hecho aquí, sobre la plenitud de mi casa,
y mi casa es ahora el Lugar de la Vida.

Vivimos en tu piedad, vivimos en tu pensamiento.
Así vivimos aquí, en los espacios de la tierra.

Has hecho que tus alas se estremezcan y te has extendido sobre mi casa.
Has creado la vida en mi casa.

Mi casa es ahora el Lugar de la Vida.

Afirmación ante la muerte – Antonio Gamoneda

No encontraremos un lugar donde no exista la muerte. ¿Hemos de vivir llorando por ello?

Levantad vuestro corazón sabiendo y aceptando
que nadie vivirá para siempre.

Has los príncipes vinieron a la vida para morir y las multitudes se acercan a sus propias cenizas.

Levantad vuestro corazón sabiendo
que nadie vivirá para siempre.

LA AGONÍA DE LA MARIPOSA – Gioconda Belli

Más allá de la medianoche
en solitaria vigilia mientras la casa y sus ocupantes duermen
de puntillas me acerco a buscar la fruta,
el pedazo de pan para el hambre del insomnio.
Desplomada en el piso
agitándose moribunda
agoniza una mariposa.
El batir de sus alas se escucha en el silencio
como una llamada de auxilio.
Nunca he atendido o curado a una mariposa.
¿Qué haré? ¿Cómo impediré que perezca?
Nada puedo. Tan solo acompañar su agonía
sentarme en el suelo a su lado.
La oscura mariposa nocturna
tiene ojos de gato en las alas
dibujos y jeroglíficos de los seres míticos que la dibujaron
y la hicieron bella para la corta temporada de su vida.
Se queda quieta al fin.

Yo regreso a mi cama.
Torpe criatura que no pudo ayudarla.

Nieve – Salvatore Quasimodo

Desciende la noche:
todavía permanecen
las queridas visiones de la tierra,
árboles, animales,
pobre gente encerrada
bajo mantos de soldado,
madres con el vientre agostado
por las lágrimas.
Y la nieve en los prados
como una luna apenas descubierta.
Oh, estos muertos. Golpead
las frentes, golpead hasta el corazón.
Que por lo menos uno
nos grite en el silencio;
en este blanco cerco de los sepulcros.