Archivo de la categoría: Cristina Maya

El laberinto – Cristina Maya

Cómo romper
la cáscara del tiempo,
enredada en la entraña
del pasado…
Cómo salir, soltar la amarra
de ese espacio compacto
del recuerdo…
Soy la misma
que refleja su imagen
en la memoria ajada
de los días.
La que adopta
una máscara idéntica
y repite el vestuario
de la escena.
La que viaja y regresa
por el mismo camino
hasta la orilla.
La que al cerrar los párpados
refleja sus sueños
en la pupila inerte
de la noche.
La que vive el amor y el desamor
y repite por siempre
la historia circular
del laberinto.

Desolación – Cristina Maya

Crece la noche
en su fragor secreto de resinas,
como un hilo de sangre en la espesura,
crece la noche
sin otra voz que el sordo murmurar
del tiempo.
La luna eclipsa su presencia
y como sombra tenue
se posa entre las ramas desoladas,
en los oscuros quicios de las puertas,
en los senderos olvidados
donde la luz naufraga de nostalgia.
Un preludio de alas
anuncia el vuelo de la tarde
y mientras crece la noche,
yo escucho la canción de los crepúsculos,
la voz oscura del misterio
que enreda sueños
en el telar vicioso de las horas
y mece entre los mágicos follajes,
las larvas del silencio.

Inagotable -Cristina Maya

Deshabitada,
ausente del lugar
acostumbrado,
enclavada en un tiempo indefinido
así me siento en esta noche.
Ah, no quiero saber más
de las fugas perpetuas,
de las claudicaciones.
Mi mente vuela ágil
sin poder detenerse
guiada por una luz inagotable,
por un sueño de estrellas
que calcinan el cielo.
Me erijo en el recuerdo
y busco mi lugar
en la cambiante forma
de las cosas.
Porque ahora la noche se perfila
en su mudez pesada
donde queda temblando
el pulso de las horas
y mi deseo habita
esa región innominada
que se quiebra por dentro
en mil pedazos.
Entonces no puedo desprender
la recia costra de los años
y soy sólo el fluir de mi conciencia
¡debatiéndose sola
entre la nada!

Poema de la ausencia – Cristina Maya

Cómo golpea tu ausencia
cuando evoco tus pasos por la casa,
tus huellas en mi alcoba,
mi cotidiano empeño de tenerte.
Puedo palpar la luz de cada amanecer
con su luna desierta y congelada,
tu voz de agua
fluyendo por mi sangre
de magnolia encendida,
tu sombra fugitiva
que tejes y destejes,
por la escalera anónima
que hasta ti me conduce.
Puedo esperarte desvelada
en la noche profunda,
sembrar el horizonte
de voces que te nombran
desde mis sueños desolados.
Penetrar en un círculo etéreo
de niebla y lejanía
de polvo inerte y blanco
donde mi soledad de nieve
habita el más remoto sitio
de tu alma.
Allí donde tu imagen
en constante reflejo del silencio,
memoria impresa en el espejo.