Ideales y profundamente amadas voces
de aquellos que murieron, o de quienes
se perdieron para nosotros como los muertos.
A veces nos hablan en los sueños;
a veces, pensando, la mente los escucha.
Y por un momento con su eco otros ecos
regresan desde la primera poesía de nuestra vida,
como música que extinguieran las lejanas tinieblas.
Jura una y otra vez que rehará su vida.
Mas al llegar la noche y sus consejos,
sus compromisos, sus ofrecimientos,
mas al llegar la noche con su propio poder,
el del cuerpo que quiere y pide, al mismo
fatal placer, perdido, se dirige de nuevo.
Aroma y gracia de mi vida el recordar las horas
en las que descubrí y gocé el placer como lo quise.
Aroma y gracia de mi vida a mí, que aborrecí
cada disfrute de amores de rutina.
No me contuve. Por completo me dejé y fui.
A los placeres que, medio reales,
que a medio hacer, rondaban por mi mente,
fui a través de la noche iluminada.
Y bebí vinos fuertes, como aquellos
que beben los valientes del placer.
Como hermosos cuerpos que murieron jóvenes
y fueron sepultados, con lágrimas, en rico mausoleo,
coronados de rosas y con jazmines en los pies,
así son los deseos que pasaron sin realización;
sin que ninguno sobreviviera una noche
de sensual deleite o una mañana de plenilunio
Poesía de todas la épocas y nacionalidades