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Pureza – Gilberto Owen

¿Nada de amor -¡de nada!- para mí?
Yo buscaba la frase con relieve, la palabra
hecha carne de alma, luz tangible,
y un rayo del sol último, en tanto hacía luz
el confuso piar de mis polluelos.

Ya para entonces se me había vuelto
el diálogo monólogo,
y el río, Amor -el río: espejo que anda-,
llevaba mi mirada al mar sin mí.

¡Qué puro eco tuyo, de tu grito
hundido en el ocaso, Amor, la luna,
espejito celeste, poesía!

Desamor – Gilberto Owen

¡Qué bosque -cómo oprime- tan oscuro!
Ganas de sacudir los árboles
para que caiga aquella luz
que se quedó enredada
entre las ramas últimas.

-Ella se quedaría, esclava,
trémula entre los dedos de Josué
detrás del horizonte, sin remedio-.

¡Luz de ayer, luz de ayer,
lluévete, vertical, a mi memorial
¡Rompe las rejas de los troncos,
horizontal luz de mañana!

Es ya el cielo… – Gilberto Owen

Es ya el cielo. O la noche. O el mar que me reclama
con la voz de mis ríos aún temblando en su trueno,
sus mármoles yacentes hechos carne en la arena,
y el hombre de la luna con la foca del circo,
y vicios de mejillas pintadas en los puertos,
y el horizonte tierno, siempre niño y eterno.
Si he de vivir, que sea sin timón y en delirio.

La pompa de jabón – Gilberto Owen

1
Aquel rostro, aquel libro, aquel paisaje,
y todo el iris y yo mismo, todo,
todo en tu agua sedienta
de imágenes.

2
Te saludan los pájaros, las cosas
todas afinan para ti
su mejor alba de sonrisas.

Y recuerdan tus viajes, cuando ibas
como un poco de río
redondo y frágil, por el cauce
innúmero del viento.

Y te recuerdan, Arca de Noé,
porque las regalabas a los niños,
transmutando en juguetería
de Noche Buena, el Mundo.

3
Y la vida niña soplándote,
oh pompa, oh árbol de cristal de alma,
por aquella raíz
que te ocultó en su seno Poesía,
y te era, en el cielo, rama en flor
y pájaro en la rama.

Y la vida, sin fin, soplándote,
sin fin, sin fin, burbuja de emoción,
hasta tu fin sin ruido ni violencias
-cuando mucho con un rocío amargo
y trémulo, como de lágrimas.

Y pensar, corazón… – Gilberto Owen

¡Y pensar, conmovido corazón,
que algún día nefando, los gusanos
han de roerte tus orgullos vanos
y emponzoñar tu fuente de emoción…!

Saber la vida tránsfuga, y saber
el fracaso de todo en un minuto:
toda tu heroica fiebre de absoluto
(náufraga en unos labios de mujer)

y todo tu dolor, y tu sensual
podredumbre obcecada, y tu efusiva
devoción a la Amada primitiva
de alma jocunda y clara de cristal.

Aún no habrás logrado modelar
tu poema mejor, cuando la pálida
Intrusa llegue, y tu Poesía, inválida,
interrumpa su lírico volar

Saber que un día, trémulo rubí,
leal y atormentado, solamente
polvo inmóvil será tu carne ardiente,
sin nada de lo noble que hay en ti.

Cuánto mejor sería, corazón,
que te agotaras, trágico y canoro,
en este amor vernal de fuego y oro,
en una fervorosa combustión.

Espera, octubre… – Gilberto Owen

Espera, octubre.
No hables, voz. Abril disuelve apenas
la piel de las estatuas en espuma,
aún canta en flor el árbol de las venas,
y ya tu augurio a ras del mar, tu bruma
que sobre el gozo cuelga sus cadenas,
y tu clima de menta, en que se esfuma
el pensamiento por su laberinto
y se ahonda el laberinto del instinto.

No quemes, cal. No raye las paredes
de aire de abril de mi festín tu aviso.
Si ya me sabes presa de tus redes,
si a mi soñar vivir nací sumiso,
vuelve al sueño real de que procedes,
déjame roca el humo infiel que piso,
deja a mi sed el fruto, el vino, el seno,
y a mi rencor su diente de veneno.

Espejo, no me mires todavía.
Abril nunca es abril en el desierto,
y me espía tu noche todo el día
para que al verte yo me mire muerto;
Narciso no murió de egolatría,
sí cuando le enseñé que eres incierto,
que eres igual al hombre que te mira
y que al mirarse en ti ya no se mira.

Allá en mis años… – Gilberto Owen

Allá en mis años Poesía usaba por cifra una equis,
y su conciencia se llamaba quince.
¿Qué van a hacer las rosas
sin quien les fije el límite exacto de la rosa?

¿Qué van a hacer los pájaros (hasta los de cuenta)
sin quien les mida el número exacto de su trino?
Ahora pájaros y rosas tendrán que pensar por sí mismos
y la vida será muchísimo más sin sentido.
Como la esclava que perdió a su dueño
(y tú eras su amo y él tu esclavo),
así irás Poesía por las calles de México.