Volvió. No dijo nada.
Pero era evidente que sufría alguna contrariedad.
Se acostó vestido.
Se tapó la cabeza con una manta.
Se acurrucó.
Cuarentón, pero no ese momento.
Está, pero como se está en el vientre de la madre,
envuelto en siete pieles, en protectora oscuridad.
Mañana pronunciará una conferencia sobre la homeostasis
aplicada a la cosmonáutica metagaláctica.
Por ahora, hecho un ovillo, duerme.
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Coito – Juan Ramón Jiménez
Angustiosa armonía
de estos dos infinitos,
que se limitan, ¡ay!,
Que quieren recojerse
en una esfera de delicia,
con otra forma, en la del cuerpo humano!
¡Presentimiento inmenso,
en su fuente secreta,
de formas inefables, continentes
del alma nueva del futuro!
Dame la mano y danzaremos… – Gabriela Mistral
Dame la mano y danzaremos,
dame la mano y me amarás.
Como una sola flor seremos,
como una flor, y nada más. . .
El mismo verso cantaremos,
al mismo paso bailarás.
Como una espiga ondularemos,
como una espiga, y nada más.
Te llamas Rosa y yo Esperanza,
pero tu nombre olvidarás,
porque seremos una danza
en la colina y nada más…
Paisaje dulce – Juan Ramón Jiménez
ANTE el pensar confuso de esta muda tristeza,
¡qué blando eras, paisaje! Tus plácidos colores
le untaban a mis ojos bálsamos de belleza,
que chorreaban miel en mis hondos dolores.
—Su esmeralda, en el cielo copiaba el mar vecino,
piedra pura del anillo del horizonte;
a la brisa, arrullaba, grato, el redondo pino
una paz fuerte y rosa que ascendía del monte.—
Una mano celeste modelaba la vida
con arena de amor, de bien y de ventura;
y cual lobo hecho oveja, temblorosa y perdida,
volvía por el campo, balando, mi amargura.
Lamento por el sur – Salvatore Quasimodo
La luna roja, el viento, tu color
de mujer del Norte, la llanura de nieve…
Mi corazón está ya en estas praderas,
en estas aguas anubladas por la niebla.
He olvidado el mar, la grave
caracola que soplan los pastores sicilianos,
las cantilenas de los carros a lo largo de los caminos
donde el algarrobo tiembla en el humo de los rastrojos,
he olvidado el paso de las garzas y las grullas
en el aire de las verdes altiplanicies
por las tierras y los ríos de Lombardía.
Pero el hombre grita en cualquier parte la suerte de una patria.
Ya nadie me llevará al sur.
Oh, el Sur está cansado de arrastrar muertos
a la orilla de las ciénagas de malaria,
está cansado de soledad, cansado de cadenas,
está cansado en su boca
de las blasfemias de todas las razas
que han gritado muerte con el eco de sus pozos,
que han bebido la sangre de su corazón.
Por eso sus hijos vuelven a los montes,
sujetan los caballos bajo mantas de estrellas,
comen flores de acacia a lo largo de las pistas
nuevamente rojas, aun rojas, aun rojas.
Ya nadie me llevará al Sur .
Y esta tarde cargada de invierno
es aún nuestra, y aquí te repito
mi absurdo contrapunto
de dulzuras y furores,
un lamento de amor sin amor.
Nada dos veces – Wislawa Szymborska
Nada sucede dos veces
y es lo que determina
que nazcamos sin destreza
y muramos sin rutina.
No por ser el más obtuso
en la escuela de lo humano
puedes repetir el curso
de invierno o de verano.
Ningún día se repite,
ni dos noches son iguales
ni dos besos parecidos,
ni dos citas similares.
Hace poco por tu nombre
alguien te llamó de cerca,
pensé que caía una rosa
desde tu ventana abierta.
Hoy tu mirada rehúyo,
clavo la mía en la hiedra.
¿Rosa? ¿Qué es una rosa?
¿Es una flor? ¿Una piedra?
¿Por qué el instante presente
vértigo y pena procura?
Hoy siempre será mañana:
es y será su hermosura.
Entre sonrisas y abrazos
verás que la paz se fragua,
aunque seamos distintos
cual son dos gotas de agua.
El encuentro – Gabriela Mistral
Le he encontrado en el sendero.
No turbó su ensueño el agua
ni se abrieron más las rosas.
Abrió el asombro mi alma.
¡Y una pobre mujer tiene
su cara llena de lágrimas!
Llevaba un canto ligero
en la boca descuidada,
y al mirarme se le ha vuelto
grave el canto que entonaba.
Miré la senda, la hallé
extraña y como soñada.
¡Y en el alba de diamante
tuve mi cara con lágrimas!
Siguió su marcha cantando
y se llevó mis miradas…
Detrás de él no fueron más
azules y altas las salvias.
¡No importa! Quedó en el aire
estremecida mi alma.
¡Y aunque ninguno me ha herido
tengo la cara con lágrimas!
Esta noche no ha velado
como yo junto a la lámpara;
como él ignora, no punza
su pecho de nardo mi ansia;
pero tal vez por su sueño
pase un olor de retamas,
¡porque una pobre mujer
tiene su cara con lágrimas!
Iba sola y no temía;
con hambre y sed no lloraba;
desde que lo vi cruzar,
mi Dios me vistió de llagas.
Mi madre en su lecho reza
por mí su oración confiada.
¡Pero yo tal vez por siempre
tendré mi cara con lágrimas!
EL amor que calla – Gabriela Mistral
Si yo te odiara, mi odio te daría
en las palabras, rotundo y seguro;
¡pero te amo y mi amor no se confía
a este hablar de los hombres tan oscuro!
Tú lo quisieras vuelto un alarido,
y viene de tan hondo que ha deshecho
su quemante raudal, desfallecido,
antes de la garganta, antes del pecho.
Estoy lo mismo que estanque colmado
y te parezco un surtidor inerte.
¡Todo por mi callar atribulado
que es más atroz que entrar en la muerte!
En el justo tiempo humano – Salvatore Quasimodo
Yace en el viento de profunda luz
la amada del tiempo de las palomas.
De mí, de agua, de hojas está formada.
Sola entre los vivos, oh dilecta razón,
es una noche desnuda.
Su voz consuela
al ardor luminoso, a la alegría.
Como nos desilusiona la belleza,
la memoria se limpia
de las formas extrañas,
nuestro espejo interior se va limpiando
de afectos y fulgores.
Pero de lo profundo de tu sangre,
en el justo tiempo humano
renaceremos sin dolor.
El contorno – Nelly Sachs
Queda eso…
con mi mundo saliste
cometa de la muerte.
Va quedando el abrazo
del vacío
un anillo girando
que perdió su dedo.
Otra vez negrura
ante la creación
ley de tristeza.
Deshojado el atolondrado oro
de la noche
que el día se permitió.
La caligrafía de las sombras
como herencia.
Paisajes coloreados de verde
con sus aguas clarividentes
ahogados
en los callejones de las tinieblas.
Cama, silla y mesa
salieron en puntillas del cuarto
tras el cabello de la separación…
Todo ha emigrado contigo
toda mi posesión fue expropiada…
sólo que tú lo que más amo me bebes
las palabras del aliento
hasta que enmudezco