Yerros míos, fortuna, amor ardiente
para mi perdición se conjuraron;
los yerros y fortuna allí sobraron,
pues me bastaba amor tan solamente.
Todo se fue; mas tengo muy presente
el gran dolor de cosas que pasaron,
que las dañosas iras me enseñaron
a nunca querer ya que me contente.
Erré todo el decurso de mis años;
di causa a que Fortuna castigase
a mis tan mal fundadas esperanzas.
De amor no vi sino breves engaños.
¡Oh, quién tanto pudiese que llenase
este mi duro genio de venganzas!
Mi corazón me han robado;
y Amor viendo mis enojos,
me dijo: «Fuete llevado
por los más hermosos ojos
que desque vivo he mirado.
Gracias sobrenaturales
te lo tienen en prisión».
Y si Amor tiene razón,
señora, por las señales,
vos tenéis mi corazón.
Al ver vuestra belleza, oh amor mío,
de mis ojos dulcísimo sustento,
tan elevado está mi pensamiento
que conozco ya el cielo en vuestro brío.
Y tanto de la tierra me desvío
que nada estimo en vuestro acatamiento,
y absorto al contemplar vuestro portento
enmudezco, mi bien, y desvarío.
Mirándonos, Señora, me confundo,
pues todo el que contempla vuestro hechizo
decir no puede vuestras gracias bellas.
Porque hermosura tanta en vos ve el mundo
que no le asombra el ver que quien os hizo
es el autor del cielo y las estrellas.
Poesía de todas la épocas y nacionalidades