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Su fino rostro… – Ángel Ganivet

Su fino rostro en luz azul bañado
de sus grandes pupilas luminosas,
se recata en las ondas caprichosas
del mar de sus cabellos encrespados.

Su mirar dulce, suave, está velado
por plácidas visiones amorosas,
y un rumor leve de ansias misteriosas
en su boca entreabierta ha aleteado.

Su talle esbelto, airoso se cimbrea:
ora se yergue altivo, dominante,
ora se mece en lánguido vaivén,

cuando le arrulla la feliz idea
de abrir su pecho a un corazón amante
y decirle: estoy sola y triste, ven.

La venus de nieve – Ángel Ganivet

Los albos copos que al caer se mecen
en el aire, por fuerzas agitados
de misterioso amor, arrebatados
giran y en torbellino desparecen.

Los ámbitos se cierran y oscurecen
y escuchan los oídos angustiados
en las tinieblas gritos apagados
que, llegando hasta el alma, la estremecen.

La voz de la creación por el caos vuela
y algo divino nace: blanca forma,
fantástico ideal va contorneándose,

que en mujer sobrehumana se transforma…
y mientras yo la invoco, ella, alejándose,
con su mirada el corazón me hiela.

Aun, si me fueras fiel… – Ángel Ganivet

Aun, si me fueras fiel,
me quedas tú en el mundo, sombra amada.
Muere el amor, mas queda su perfume.
Voló el amor mentido,
más tú me lo recuerdas sin cesar…
La veo día y noche.
En mi espíritu alumbra
el encanto inefable
de su mirada de secretos llena.
Arde en mis secos labios
el beso de unos labios que me inflaman,
que me toca invisible,
y cerca de mi cuerpo hay otro cuerpo.
mis manos, amoroso,
extiendo para asirla
y matarla de amor entre mis brazos,
y el cuerpo veloz huye,
¡Y sólo te hallo a ti, mujer de aire!