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Detenida en el hueco de tu espacio… – Concha Lagos

Detenida en el hueco de tu espacio,
fácil a la impaciencia de tu mano,
en el juego incansable, agua y luz,
de la arena y la ola por la playa.

Encendida de ti, llama en tu fuego,
varada ya en tu orilla, puerto y ancla,
presintiendo las cifras de la resta,
mientras sumo otra vez amor y duda.

Otra vez a volar, redoble, vuelo.
A contra luz voltean las campanas
el alegre repique de esta tarde
en vuelo por el aire de tu torre.

El diálogo – Concha Lagos

No hilvanemos historias, no hace al caso,
lo importante es saber que aquí me tienes.
¿Dónde ya la que fui?
Deja que el tiempo se nos lleve y pase,
así quedamos siempre renacidos.

Hoy no sé si estas manos son aquéllas,
sólo las siento como manos tuyas
porque tu tiempo es tiempo que me sueña
y me vive hacia más y más por dentro.

«Ayer», ¡qué lejos la palabra!
Dónde se fueron zapatos y trajes,
billetes de un trayecto recorrido
entre extraños viajeros vistos para olvidados.

Inútilmente en los bolsillos busco
contactos que ya fueron,
y sombras de mi cuerpo en las ventanas
contemplando paisajes con mis aquellos ojos.

¿No descubriste nunca un manojo de llaves
para imposibles cerraduras?

A veces algo vuelve, pero sólo en resumen;
una pequeña fecha que casi nada indica
o ese breve letrero alarmante que advierte:
«cuidado, es peligroso volcarse al interior».

¿Quieres hacer la cuenta?
Si miro a la derecha brilla sólo tu cifra.

A la izquierda la huella de algún borroso cero.
¿Qué prenda pagar debo por haber sido antes,
sin tu tiempo en mis horas?

Alcemos la cabeza
a la igualdad del cielo,
aunque tú apuntes «Marte»
y yo diga: «Saturno» (tal vez por los anillos).

Cada cual con su estrella, con su planeta en alto
y todas las preguntas por la arboleda azul,
compartiendo verdades,
como esta del amor, el milagro más nuestro.

No pienses en mis ramas,
me crezco sobre el tronco.
A punta de navaja puedes grabar el nombre.

5 de junio – Concha Lagos

Te lo escribo en voz baja desde un 5 de junio.
Cuando baje la espuma (porque siempre
desciende).
Enciérrate este ahora en el recuerdo,
no señales el día.
Para olvidar no hay fechas.
Escríbele postales al entonces.
En alguna ventana
se quedará tu mano alcanzándome estrellas.

No sé por qué me afano en cosas del futuro
cuando puedo mirarte y saber de tus ojos.
Qué cerca por tus sienes al latir de tu sangre,
al instante infinito que perdura en el beso.

Quisiera preguntarle a todas las semanas
dónde estabas oculto sin domingos ni lunes,
mientras yo caminaba ya por sueños de ahora.

A veces cambia todo al volver una esquina.

Levantaré la copa mirando hacia la tarde.
Te quedará mi gesto bajo la luz tranquila
con músicas lejanas y renovadas lunas.

Todo será silencio – Concha Lagos

Estaba el muro triste en lo oscuro del parque;
madreselvas tronchadas entre mustios jazmines,
todo ya con la tarde húmeda de la lluvia
arrastrando la pena hacia una larga noche.

La memoria encendía los muros encalados
de otro lejano huerto con naranjos y sol,
pero no era posible anudar la mañana
y se vistió el camino su más intensa sombra.

De pronto fuiste centro de la tristeza mía,
el vaso me llenaste de no sé qué nostalgia,
y quise reavivarte soplando la ceniza,
volverte a este recuerdo que acaso no recuerdes.

Cuántas cosas por dentro asiéndose a la trama
del tiempo que se aleja limándonos las horas.
Qué torpemente el pie por el camino nunca
creyendo que en el polvo se quedará su huella.

Quiero incrustarte ahora en la piel de este instante,
sumamos a la causa contra viento y marea,
sabemos en el muro antiguo de aquel huerto,
o en otro no nacido, pero que acaso llegue
no sé por qué destino de pájaro o de rama.

Inventa una plegaria que nos una en el coro
del espacio sin eco reservado al silencio.

Ya no quiero dolerme de lo que me rodea.
Flores en el tejado me están gritando: «Canta.»
Puede ser jaramago en la teja encendida
y sentirte en el tallo cuando el viento me impulse.

De este mi estar perenne siempre de cara al cielo,
algún calor de vida me dará testimonio.
Cuanto más se me acorta el camino, más busco
ir sobre la dureza del cristal y la piedra;
sobre lo que perdura fijándose en el tiempo.
Estar, estar, saberme en latido y en sangre,
alimentando orillas con la sal de mis olas.

Me crezco cual la llama en estas rebeldías
antes de que las alas se resistan al vuelo.
Después ya lo sabemos, será silencio todo.
Silencio y más silencio. Tan sólo un gran silencio.

Quiero mirar estatuas – Concha Lagos

Iremos por las calles que ya nos vieron antes;
el aire distraído para que nadie sepa
que la historia prosigue con capítulos nuevos.

Quiero mirar estatuas, balcones encendidos,
volver a la baranda del beso y de la noche.
Quiero decir tu nombre en calles solitarias
sintiendo la cintura frágil bajo el abrazo.

Otra vez como ayer con tu verso en el vino,
otra vez a tus ojos en igual frente a frente,
otra vez, otra y otra. Para siempre otra vez.