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Y lo sabe aunque no quiera saberlo – Jorge Riechmann

Si por cada palabra
el poeta tuviera que pagar,
por cada palabra
precisa o extraviada, húmeda
de connotaciones o reseca en raciocinio,
pegada a la piel del ser o estratosférica,
lúcida o legañosa, trepadora o veraz:
si tuviera que pagar el precio
de cada palabra sin olvidar ni una

¿se escribirían entonces tantos libros de poemas?

Pero precisamente
por cada palabra sin olvidar ni una
ha de pagar el poeta
su precio.

Cuerpo del amor – Jorge Riechmann

1

Recuerda, niñez mía
aquellos ibones vertebrales de los Montes Pirineos
en cuyo fondo mora una mujer bellísima de agua
que irresistiblemente llama a quien desde la orilla
se atreve mucho tiempo a contemplar, y enloquece.

El denso abismo azul impenetrable
se cierra sobre él, y quién ha visto
la mano delgada que le atrae al fondo.

2

Para decir tu nombre
desnudé las altivas paredes de mi casa
bruñí los ojos de las aves nocturnas
y despojé al gárrulo corazón
de penitencias y trofeos

convoqué a los más esquivos silencios del amor
me unté los labios de tierra negra y de sangre
pensé en la inapagable estrella de mi muerte
para decir tu nombre.

3

Recogí la espiga
en la libertad de tu cuerpo oferente.
No había otra luz que la del difícil amor,
otro poder que la soga de los miembros trenzados.
Otra senda que el laberinto de metal de tus venas.
Otro manantial que tu corazón transparente.

Si te negase, arcaico un dedo
fulgurante de nieve y cicatrices
no tardaría en reventarme los ojos.
Te he conocido. Eres todo cuanto sé.
Creo en este momento.

Confié mi verdad a la primavera del muérdago
y al bosque rumoroso de la sangre.
Tú aguardabas en cada gota de lluvia,
presente como la inmemorial alianza de la aurora,
como el beso del tiempo en el corazón del fruto.

Promesa de la libertad contra la muerte.

4

Cuerpo del amor
habitado desde más allá de sí mismo
cuerpo del reconocimiento
que me supone y me emplaza y me explica
Je est un autre
pero el otro es el mismo

Cuerpo del reencuentro
carne de eternidad y de abandono
cuerpo arrasado de deslumbrante demencia
de cósmica pereza donde se olvida el mundo

Cuerpo de revelación
dolorosamente fascinado por cuanto te niega
te abraza te destruye
Babel de múltiples tiempos y sentidos
encarnación de ti mismo
que nada explica pero disuelve
la pregunta

interminable aljibe de pureza.

5

Y sostengo tu mano.

El peso arrancado, que tiembla
en frondas oscuras, rasga
la hollada nieve del verbo.

Su tiempo, único augur,
en el hombre examina las vísceras del ave.
Detengo el torrente de párpados.

Y la sostengo, mano
sobre el charco de la muerte, racimo
invicto e instantáneo,
dura lumbre blanca donde intento durar.

6

Ángulos de tu piel que yo he creado
arándote en deseo

Lugares vastos en los que has vivido
como en las catedrales de mi espera

Sueños aún más antiguos que has soñado
porque yo te he soñado inexpresable

Desde el légamo oscuro de los días
difícil, fácilmente
he llegado ante ti.

7

Dijiste: todo, Todo, y se abatieron
como rastrillos de heridas familiares
relámpagos de sombra.

Todo se repetía: sin sarcasmo pudieras
morir dos veces; una en sueños,
otra necesitando abismos elegidos.

Pudieras desatar el nudo de tus venas
y el corazón callado.

Habitarás mi silencio – Jorge Riechmann

A veces
gritar es acariciarte los muslos, o torpemente
girar con el escualo de tu sueño aterido

Tropezar en la blancura,
sumir la negra boca en tu pelo y sentir
hambre en las raíces

A veces aullar es amarte,
jugar a los dados con un lobo, otear
en el aire arrasado las naves
de la sangre. Creí que te besaba
cuando la hoz solar me cercenó los labios.

Amantes embrollados, 1995 – Jorge Riechmann

Amar puede ser
un aperitivo con sifón
en una mañana de colores ácidos

o puede ser zambullirse en un lago de montaña
nadar equidistante entre el cielo y el fondo
suspendido de un sol de extrema desnudez

Las buenas chicas no piden
la cabeza del Bautista sobre una bandeja

Ya sé que no eres una buena chica
pero piensa que la cabeza
de cualquier fantasma sobre bandeja de plata
desequilibraría a cualquier bailarina

Las cabezas parlantes
prometen la vida eterna con sifón
pero yo he elegido cocinar contigo
crear contigo follar contigo dormir
en el país que delimita
el aroma de tu cuerpo desnudo

Amor mío
olvídate de decapitamientos con sifón
Ven a nadar al lago donde ya estamos

Rechazar el sueño de la ingravidez
no implica renunciar a la caricia de la piel azul del cielo
ni del dulce légamo suavísimo del fondo.

Contra la traición – Jorge Riechmann

Si me extraviase tan absolutamente
como el tesorero de abyección
si negase
que en el vasto lenguaje simbólico del mundo
alienta el delirio de un amor ingobernable
sin otro apetito que su transparencia
si acariciase las romas vértebras del verdugo
si de sopetón me durmiese por un siglo
si no supiese quién soy
como un grano de sal condenado a muerte
si asesinase a un gato
para ganar la lepra en algún sedicente paraíso

bastaría que me rozara un dedo tuyo
la resurrección de un solo dedo tuyo
para regresarme.

Citas – Jorge Riechmann

Una vez llegaste tan pronto
que no había flor que no fuese semilla
mano que no fuese garra
ni amor nocturno que el sol no descubriese
en los cines de barrio o en los parques.
Otra vez llegaste tan tarde
que el prólogo ya estaba en el epílogo
un pinzón cantaba a medianoche
las castañas asadas sabían a sobresalto
de muchachitas muertas.
A veces llegabas cabalgando una tormenta
y te asombrabas de encontrarnos empapados.
A veces custodiada por un tigre
y te ofendías mortalmente si yo le daba la mano
sin quitarme los guantes.
A veces llegabas desde detrás del tiempo
me tapabas los ojos
y yo tenía que adivinar
si el beso o la agonía
la entrega o cuántos surcos
arados en tu cuerpo por estaciones de un año
donde ya no había plaza para mí.
Hoy te estoy esperando en el momento justo.
En el fruto maduro. En la frente del día.
En una espuma que equidista de la rosa y del cenit.
Amor mío
no tardes.

La tersura de la enamorada – Jorge Riechmann

Velar frente a tu cuerpo no como frente a un espejo:
como frente a una puerta.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo. No sé acabar las frases
que comienzas tú.

Recorro el estupor de las avenidas de tu cuerpo. Poseer es un
acto de debilidad.

Tu sexo como una boca nocturna abierta contra mi piel, por la
que inhalas y exhalas el oxígeno de los sueños.
Déjame abrazarte antes de la desecación de la noche.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.

Agua sólo quiero de tus labios de musgo. Luna, de tus pechos.

Tu cuerpo, vértice de existencia donde se cortan el tiempo y el
deseo. La certidumbre tangible -acariciable- de poder no olvidar.

En cuántas noches de soledad, aún por venir, podré arrebujarme
en la película de calor que hoy he robado nupcialmente a tu cuerpo.

Noche ventral iluminada por tu cuerpo.