Ya poniendo mi pie sobre el estribo
o al desandarle un mes al calendario,
sobre los días siempre sucesivos
te amo sin beneficio de inventario.
Que con la roja sangre que te escribo,
del breve surco al cielo planetario,
te amará entre los muertos y los vivos
este pequeño amor extraordinario.
Te amo con mi alegría dolorosa,
en la delgada sombre de la espiga,
en el desnudo fuego de la rosa.
Y yo que te amo infinidad de veces,
sin treguas, sin cansancio y sin fatiga,
de nuevo estoy en este amor que crece.