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Ante el mar – Antonio Lucas

Detrás de tanta noche hereditaria
un hombre mira el mar de espaldas a lo vivo.
Confía en la aventura
de no tener delante más párpado que el agua.
Es alguien asomado a su extremo más mortal,
donde todo se libera de sentido.
Un hombre ya sin gozo ni trofeo.
Un hombre con la voz desordenada,
con la piel de muchos años como un alcohol fingido.

Está mirando el mar donde el mundo no merece más pretexto.
Es uno de nosotros, visible en lo invisible.
Un cuerpo con sus glóbulos, su prodigio, su sonido,
con su verdad que llega a oírse.
Un hombre sabiéndose irreal cuándo aún se siente cierto.
Un hombre ya implacable, con su estatura de fiebre,
con su atlas de espumas,
con la vida un poco aparte y derramando olvido.

Es exactamente así:

Pues cuando un hombre observa el mar
amplía la nostalgia de sí mismo.

Cuestiones aplazadas – Antonio Lucas

Habré de escribir un día
cómo el hombre aprende a amar,
a tientas probablemente.
De qué delito esta hecho un cuerpo,
de qué estridencia viene,
de qué penumbra se hizo eco
para estar aquí,
y mantiene el equilibrio,
se hace viejo mirándose las manos,
y aprende de la sed y de la nieve,
igual que el pájaro.

Habré de escribir un día
a qué obedece esta sospecha anticipada,
a quién sirven mis dos ojos abiertos,
cómo nació la luz de una impaciencia,
o del saqueo de una estrella,
y de cómo se llenó la tierra
de párpados y de ventanas
aprendiendo a hacerse noche.

Habré de escribir un día
lo que ven los ciegos
en su lumbre blanca.
Qué moja el mar
a la altura de mis pasos,
a dónde va esa mercancía,
el eco de mi altura hecho de huellas,
la razón del peso de los hombres.

Habré de escribir un día,
quizá mas tarde,
de la sagrada aspiración de un dios
a ser dios sólo.
También de aquellos
que ya no espera nada
y alguna vez fuimos nosotros.
O de esos que distinguen
entre orden y deseo
y nunca desbaratan sus pasiones.

Habré de escribir un día
del piano envenenado por la música,
de los niños afilando sus garras en el miedo,
de bocas sujetando el mediodía,
de aquello que creímos ser
en frías azoteas con luna de cerveza
y ya nunca será igual.

Habré de escribirte un día todo esto.

¿Pero quién sobrevivirá a quién?

De qué modo se escriben los poemas – Aurelio Asiain

De qué modo se escriben los poemas,
no sabría decirlo y sin embargo,
como en el duermevela, la otra noche,
el sueño me vencía mientras riendo
me llamabas al día y yo bogando
entre dos aguas respondía es verde
la hiedra a tu pregunta por la hora
de irnos, y es tan lenta: desde dónde
me reía contigo agradeciendo
tenerte aquí a mi lado todavía
donde yo peso ahora y tú pesabas
cerca entonces, fluyendo, desde dónde
al disiparse me llamaba, urdimbre
de mi lumbre saciada, la espesura
sonámbula de sílabas de vaho
movida por la luna y la redonda
plenitud de tus nalgas en mis manos
fruto de luz madura entre las sombras
donde sediento bebo sin saciarme
de ti, sumido en ti y a tus orillas
de mí lo que no llamo con mi nombre
aunque lo llame mío ya en tu lumbre
desposeyéndome: saliva, labios,
humedad de mi aliento y ese tacto
mío con que te tocas, desde dónde
llamándome a mi pulso, mi extraviado
temblor de agua profunda en la que eres
estrellas en silencio, luz del fondo
en un pozo por el que yo desciendo
lamiendo las paredes, lenta fiebre
que busca demorándose la oscura
nuez de tu ano y tu sabor de savia:
yo soy en ti la hiedra y la adherencia
sedienta, desatada, soy la oscura
avidez de lo oscuro, soy la lengua
y la sed reclamándote a la lengua
de tu piel, soy el hambre a la deriva
devorándose, lengua que claudica
de las palabras y mudez que guía
la voz del extravío, espesa urdimbre
que la luna evapora, soy la sombra
y la sed, soy la lengua y no sabría
de qué modo se escriben los poemas.

Lo que somos – Antonio Lucas

Lo que tus ojos ven dentro de ti,
los números y leyes de la sangre,
el frío lentamente entre tus bienes
y aquello que la edad ha generado,
no es la vida exactamente,
ni el azúcar tortuoso del azar,
ni la horca del destino como halago.

Lo que tus ojos ven dentro de ti
pudiera ser
la única verdad de este derrumbe,
la mordida moneda de los años,
el ajedrez violento del insomnio,
el faenar del nombre que te dieron donde nunca estás del todo,
cazador iluminado.

Lo que tus ojos ven dentro de ti
es algo que sube de la infancia con sus festivas bestias arrojadas,
es un agua desfilando por las cuatro calles de tu miedo
con su fulgor descalzo.
Porque amas lo que se enciende.
Porque empezaste a morir lentamente hace más de 30 años.
Porque sólo sumas ya intemperies.
Porque aún aprendes del fracaso y en cada desengaño ves un pájaro.

Lo que tus ojos ven dentro de ti,
ese batir de bosque o de hombre huyendo,
es aquello que aún no has dicho.
Todo lo que adoras en secreto.
Todo lo que odias como se odia de un país a los héroes indultados.

Lo que tus ojos ven dentro de ti
tan sólo es la deuda entre dos anatomías,
un pálido animal hecho en silencio
que sólo del andar fue triste escombro.

La técnica del mundo ha sido esa:
hacer de cuanto existe un mal acuerdo humano.

Aquello que tus ojos sólo ven dentro de ti.
Y es tan extraño.

Prisión de la memoria – Antonio Lucas

Si bastase una palabra para olvidar la sed.
Si la música fuese un eclipse descalzo.
Si tú no fuese tú, ni yo mismo siquiera.
Si el océano es llanto de cruces arrasadas.
Si lo absoluto es la luz, y ésta el atrio de la niebla.
Si hundieses lentamente lo quieto de tu voz
en lo fatal de mi mano.
Si fuiste en cierto día esa verdad tan bien mentida.
Si un reloj desconsolado ya es el tiempo.
Si no te vuelvo a ver.
Si no te he visto nunca.
Si rompo este cristal de aguas repentinas.
Si de vacío celeste son tus hombros, son los míos.
Si alguna vez odio los mapas porque van a ti,
como una lumbre a oscuras.
Si todo beso es labio en vencimiento.
Si del lado más puro de la vida…
Si del lado más puro de la vida
nace el ángulo indeleble del olvido.
Si poema es el nombre que toma un grito cierto,
¿dónde éste ha sucedido?
Si aún fuese posible ya nunca recordarnos,
vibrar como el adiós cuando la luz clarea,
cuando la noche esgrime su blanco puñal de ave,
sin más piedad que un dios cosido a la alegría.
Si aún fuese posible, digo, estar lejos de aquí
no habría dicha, ni cumbre, ni más alto jardín
que esta ardiente sed hecha de abril y desmemoria,
de ópalos como coronas para aquella que no fuiste.

Crisis – Antonio Lucas

Ese hombre que no somos nosotros.
Esa madre de enérgica tormenta.
Los pueblos arrasados,ya sabéis,
y sus ruinas por dentro.

Todo estaba pactado,
menos la poesía.

La promesa de un cielo viejo.
El azufre de la indiferencia.
Lo demente sentado en el borde de los huesos.
El tráfico de lo que se calcula:
el rendimiento, lo que no respira,
el acuerdo entre falta e injusticia.
La certeza del valor de lo que brilla.
El crimen como última hipoteca,
su densidad como un rezo.
Siempre falta paraíso una vez roto el milagro.

El presente es un error de los pronósticos.
Con qué decirlo.
El miedo es nuestro único barómetro.
Y vivir es mantener el equilibrio
por tedio o cobardía.
Aceptar lo indemostrable.
Fingir que nuestra vida
no es rueda de obediencia,
que no lo es el silencio.
Ocultar que no antecede la maldad a la Historia.

Somos la certeza de un siempre estar de noche,
la lenta agricultura de siglos de soberbia.

Esto es lo que queda de nosotros,
esta generación que veis aquí,
este buen entendimiento del escombro,
este don de conquistar el fuego
                                   para inmolarse mansamente sin saberlo.