Combatió con los nombres
y los redujo a cero.
Y se fue con los hombres,
a fuer de hombre sincero.
Caminó por el río
constelado de hervores
o celeste de frío
con los mismos fervores.
Tuvo un bote, una vela,
una mar, un empeño.
Y este viento que hiela
no le cuajó su sueño.
Se fue por donde vino
¡ay, Dios, de qué manera!
con un fuego de vino
quemando su quimera.
Fue tan triste su suerte,
vivió tan solo y viejo,
que ni su propia muerte
acompañó el cortejo.
Y se fue buen camino,
caminante serrano
derecho a su destino,
con su vida en la mano.
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Por el aroma roto de un recuerdo… – Pedro Garfias
Por el aroma roto de un recuerdo,
como por un incienso mutilado,
brotas de la memoria en que me pierdo,
cristal sin luz, metal acongojado.
Contigo traes el llanto de la encina
y la cinta sin mácula del hielo.
Contigo el ronco viento de la esquina
y el tierno y largo jadear del suelo.
Contigo traes, a tu costado atado,
el mar de ancho pulmón y duro acento,
y a la húmeda sombra del costado
el río soñador y soñoliento.
La brisa que fue ala sollozante,
el cielo que fue verde praderío,
el trabajado lirio de diamante
y la oliva viajera por el río;
el toro inmóvil, la veloz espiga
contigo traes, de mi memoria brotan
y en un dulce atropello sin fatiga
por la corriente de mis hombros flotan.
Dejadme a mí, dejadme a la ventura
andar, llorar sin voz, mirar en vano
hasta caer sobre la tierra oscura
con la frente en el cuenco de mi mano.
Pasear contigo en soledad perfecta… – Pedro Garfias
Pasear contigo en soledad perfecta
fondo azul de colinas y a los lados
árboles comprensivos y vigilantes
el doble paso caprichoso y lento.
Pasear contigo en soledad callada
al través de un silencio transparente
la frente levantada al sol que sube
orgulloso del brío de su vuelo.
Pasear contigo por la superficie
de redondez suave de la tierra
con lentitud perseverante y noble…
contigo y tu recuerdo y tu esperanza.