Lo perdió por completo. Y ahora va buscando
hallar entre los labios de cada nuevo amante
aquellos labios suyos: buscando va en la unión
con cada nuevo amante engañarse pensando
que es el mismo joven, que ahora se le entrega.
Lo perdió por completo, cual si nunca existiera.
Porque quería —dijo— quería redimirse
del estigmatizado, enfermizo placer,
del estigmatizado, placer vergonzante.
Aún estaba a tiempo —decía— de salvarse.
Lo perdió por completo, cual si nunca existiera.
Con la imaginación, las alucinaciones,
en labios de otros jóvenes sus labios va buscando:
y así procurando sentir de nuevo su amor.
Ideales y profundamente amadas voces
de aquellos que murieron, o de quienes
se perdieron para nosotros como los muertos.
A veces nos hablan en los sueños;
a veces, pensando, la mente los escucha.
Y por un momento con su eco otros ecos
regresan desde la primera poesía de nuestra vida,
como música que extinguieran las lejanas tinieblas.
Jura una y otra vez que rehará su vida.
Mas al llegar la noche y sus consejos,
sus compromisos, sus ofrecimientos,
mas al llegar la noche con su propio poder,
el del cuerpo que quiere y pide, al mismo
fatal placer, perdido, se dirige de nuevo.
Un borrón en el verde secante
un verso apagado sin final,
una pala de ventilador estival
que ha cortado el denso calor;
el ceñidor que se quedó en mis manos
cuando el deseo cruzó a la otra orilla
-esto es lo que puedo ofrecerte, Perséfone,
apiádate de mí y concédeme el sueño de una hora.
Por apagar su sed pugnaban tus labios
en busca del fresco prado regado del Eurotas
y tú a galope en pos de tu lebrel, no te alcanzaron
y de las puntas de tus senos destilaba el sudor.
Labios, guardianes de mi amor que iba extinguiéndose
manos, lazos de mi juventud que iba escapándose
tez de un rostro perdido en algún punto de la naturaleza
árboles… pájaros… caza…
Cuerpo, uva negra de sol ardiente
cuerpo, bajel de mi riqueza, ¿adónde vas?
Llegó la hora en que el crepúsculo se ahoga
y me gana el cansancio en pos de las tinieblas…
(Nuestra vida va mermando cada día.)
Aroma y gracia de mi vida el recordar las horas
en las que descubrí y gocé el placer como lo quise.
Aroma y gracia de mi vida a mí, que aborrecí
cada disfrute de amores de rutina.
No me contuve. Por completo me dejé y fui.
A los placeres que, medio reales,
que a medio hacer, rondaban por mi mente,
fui a través de la noche iluminada.
Y bebí vinos fuertes, como aquellos
que beben los valientes del placer.
Como hermosos cuerpos que murieron jóvenes
y fueron sepultados, con lágrimas, en rico mausoleo,
coronados de rosas y con jazmines en los pies,
así son los deseos que pasaron sin realización;
sin que ninguno sobreviviera una noche
de sensual deleite o una mañana de plenilunio
Poesía de todas la épocas y nacionalidades