Ven. Seremos.
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Sofoco – Julia Santibáñez
Adolorarse
el cuerpo de estar solo
de andar hecho una mueca
exprimido por dentro
harto de llevarse puesto
y sobrarse
tan poquito de alma
tan sin sombra.
Entre almohadas – Julia Santibáñez
Amo
toco el fondo de mi carne fiera.
Sobre el lecho inflamado y en silencio
te necesito
eterno de quien ignoro el nombre.
Tras mamar el pecho suave
el niño llora
siente no sé qué hambre callada.
Como a él, a mi otra carne
insaciable
le apeteces.
Culto – Julia Santibáñez
Yo creo que eres Dios.
Tú crees que eres Dios.
Ambos somos devotos de ti.
Tumultuosa – Julia Santibáñez
Porque no entiendes nada
muerdo un reproche
y lo escondo en mis pliegues
y espero ahí
porque no te puedo decir
que quiero ser tu amante
tu amiga o tu mujer
o todo lo que pueda ser contigo
menos tu nada
porque ya te estás yendo
y me quedo arrumbada
y quiero ser yo
por una vez
quien decida cómo hundir las uñas
a ver si entiendes
cuánto miedo cabe en un cuerpo
Pasajera – Julia Santibáñez
De tu trozo de mundo eres dueña,
niña de agua
que tiempo dentro te anuncias.
Con retumbos y piruetas
le borras a mi talle toda forma.
Pesas mis pechos, los estrías,
me amasas como quieres las costuras
hasta que un día,
soberbia, ocupes tu silla
y me dejes hecha una tonta,
sin poder reconocerme en mi cintura.
Disolución – Julia Santibáñez
Nuestras dos almas
se besan la boca del alma
y las ganas de besarse
no les caben en la boca,
la desbordan,
emulsionadas,
se precipitan en fiera alarma
de confundirse
de cofundirse
de hacerse una.
Y luego son una porosa calma,
que cuando la luna arrecia
va por dos aceras
bajo la lluvia.
Ésas, las otras – Julia Santibáñez
Las cosas insustituibles
son las que nunca tuve,
cuyos bordes no acaricié distraída
por soberbia de costumbre,
como ese collar de plata que jamás fue mío.
De noche a veces me despierta
el murmullo abrumador de las ausentes,
su no estar meticuloso que evoca
en negativo
a quien pude haber sido con su aliento,
a la que sería con su rutina.
Soneto del juguetimiento – Julia Santibáñez
Job, el sabio, pensó pero no dijo
que lo que está de veras del carajo
es ser aquel juguete cabizbajo
del todopoderoso niño pijo,
que por deporte sopla vida a un hijo
y por ídem lo transforma en andrajo:
se divierte al voltearlo bocabajo
y verlo así, de nervios amasijo.
Al favorito Job, siendo ya viejo,
un día le arrancó lento el pellejo
llevado del capricho, el muy canijo,
y él, aunque sí débil nunca pendejo,
de rabia y miedo herido el entrecejo
se mordió la blasfemia y nada dijo.
Hecatombe – Julia Santibáñez
Los degollaron a la orilla del camino.
Carcasas huecas,
el ano agrandado con cuchillo,
el lodazal harto que moja los zapatos
de una tan roja que es bien negra.
Premonición: no tardan las moscas.
Apesta el calor sin aire,
el pelo que tembló de miedo.
Un dios que sabe de soberbias
recibiría, encantado, esta ofrenda.