En las praderas de la madrugada
rociadas de estrellas fugaces,
me gusta recordar tu alma.
Y aspiro hondo, al sol rasante
de luz tan tibia, la delicia
de sentir como tu boca el aire.
¡Canta la tierra, canta! Duda
entre los embriagados pájaros
y las corolas de hermosura.
Y pasa, como el agua al fondo
del cielo suyo, ¡la alegría
—azul, azul—, de gozo en gozo...!
¡Uno, cien, mil, todos los días!
Es la canción que dice siempre,
que canta ¡siempre!, repetida.
¡La eternidad cada mañana!
—Eres la vida que amanece.
Tierra de luz, ilimitada...
Ustedes y nosotros – Mario Benedetti
Ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual
ustedes cuando aman
calculan interés
y cuando se desaman
calculan otra vez
nosotros cuando amamos
es como renacer
y si nos desamamos
no la pasamos bien
ustedes cuando aman
son de otra magnitud
hay fotos chismes prensa
y el amor es un boom
nosotros cuando amamos
es un amor común
tan simple y tan sabroso
como tener salud
ustedes cuando aman
consultan el reloj
porque el tiempo que pierden
vale medio millón
nosotros cuando amamos
sin prisa y con fervor
gozamos y nos sale
barata la función
ustedes cuando aman
al analista van
él es quien dictamina
si lo hacen bien o mal
nosotros cuando amamos
sin tanta cortedad
el subconsciente piola
se pone a disfrutar
ustedes cuando aman
exigen bienestar
una cama de cedro
y un colchón especial
nosotros cuando amamos
es fácil de arreglar
con sábanas qué bueno
sin sábanas da igual.
Carmen de lo indecible – Eugenio de Nora
Recostado en mi alma, yo no sé qué es más bello
si sentir a la tierra matinal respirar,
(oh muchacha dormida bajo ramas de oro),
o mirar las estrellas que abren ojos de luz.
Yo no sé qué es más bello: si en la noche tan sola
tus cabellos se extienden y oscurecen el mar,
(oh caricia tan leve, suavidad del suspiro
que me devuelve todo, todo tu corazón),
o en el día radiante, por el aire que vuela
—¡libertad fatalmente, florecer y cantar!—
arboledas, praderas, cielo azul reflejado,
paraíso que copian esos ojos de amor.
*
¡Soledad de la noche, pura estrella entregada!
¡Alma, alma mía, forma que la luz ve brillar!
Quién te mira y no sueña... Quién dirá qué es más bello,
embriagar tacto y vida, o saber que eres tú.
Amor – Idea Vilariño
Amor
desde la sombra
desde el dolor
amor
te estoy llamando
desde el pozo asfixiante del recuerdo
sin nada que me sirva ni te espere.
Te estoy llamando
amor
como al destino
como al sueño
a la paz
te estoy llamando
con la voz
con el cuerpo
con la vida
con todo lo que tengo
y que no tengo
con desesperación
con sed
con llanto
como si fueras aire
y yo me ahogara
como si fueras luz
y me muriera.
Desde una noche ciega
desde olvido
desde horas cerradas
en lo solo
sin lágrimas ni amor
te estoy llamando
como a la muerte
amor
como a la muerte.
Carmen de los sentimientos – Eugenio de Nora
Mira, sobre las olas
blancas y azules,
canta nuestra alegría
florece y sube.
Sobre esas flores raudas
que ayer perdían
y van ganando ahora
luz y sonrisa.
¿O quizá ellas son otras,
y las enlaza
nuestra alegría, nueva
cada mañana?
Yo no sé si el cariño
—ni tú lo sabes—
es lo que pasa, o queda
por los instantes.
¡Olas blancas y azules;
cesan y vuelven!
¿Como el amor? ¿Son otras,
o las de siempre?
El verso- Pureza Canelo
Es un coloquio
que me bebe;
no me orienta, me adentra,
responde a mi ceguera
y acaba perdonándome en su rostro.
Trae fortunas heredadas,
abrazos de otros, leyendas visibles,
invisibles, rectas de la muerte,
volutas del momento,
cántico rodado de hace mucho,
el verso.
Resbala del pelo a la garganta,
me hace tropezar de veras,
guiña su ojo
tiende el mar
y yo me tiento.
El verso es un ojo
pensado para ciegos,
para mí,
un caballo al fondo
volver a casa
y encender la lámpara del miedo,
del miedo o la pregunta.
Tanto
me estrecha la cintura,
se escapa de mis brazos,
me adentra en la campana del llanto,
de oros con llanto, del din don,
en la plegaria.
Y coge mi mano recién hecha
al vacío
y no me deja en paz
aunque lo mate.
El verso
puede con mi vida
sin pedirme permiso para la muerte.
Carmen del valle de estío – Eugenio de Nora
Yo estaba en la pradera, junto a los grandes álamos,
y en el aire sereno, acariciante,
venía la fragancia de los juncos y el trébol,
venía, como si alguien la esperase.
¡Ah plenitud del valle, pecho del horizonte!
Los susurros, los suspiros del río,
llegaban a mi alma, desde el agua con cielo,
como si yo fuera sonoro, como diciendo pensamientos míos.
En las briznas pisadas, en las hojas
que tiemblan si las apartamos,
en las sombras más tibias, algo había,
algo quedaba de mi corazón, antiguo y cálido.
Y yo estaba en la tarde solo, pero con un cariño
reflejado ya en todo, completo;
¡oh maravilla feliz, encontrar a través de la tierra
con nosotros, presente, el amor ofrecido tan lejos!
Autorretrato – Carmen Matute
Mentira:
el perfume
la voz
el encaje
la mujer de plástico
flor y ángel.
Verdad:
esqueleto y piel
angustia
pensamiento
eterna herida
inacabada.
Carmen de esta noche – Eugenio de Nora
¡Dolor del alma por quererte!
En la noche de viento azul
oigo temblar los dulces árboles,
y me traspasa su rumor.
Los árboles, que al mediodía
eran la tierra puesta en pie,
copas de sombra y abandono
alzan a la inefable luz.
Quizá nostálgicos por eso,
por el lejano palpitar
de las estrellas desoladas,
cuya ternura late allí.
(Tibio es el cuerpo, interior, solo
como un astro en la oscuridad;
como una rosa adormecida
en el alma que la soñó.)
El aire pasa suspirando,
¡tan ciegamente, sin saber!
Toda la noche, inexplicable,
se parece a mi corazón.
Extraña tristeza – Concha García
Silenciosa, más que el polvo de la botica,
enmadejando hacia atrás con insolencia
varias disipaciones, busca el hito de su putaísmo
maltrecho y no goza con el pensamiento
sino que al quedarse puntuando las gracias
que le dieron, se le ocurre mirar la gamuza,
y la mira, y la vuelve a mirar.