Archivo de la categoría: poesía marroquí

Lágrimas disecadas – Lamiae El Amrani

Del estanque de tu palma
recojo algunas caricias.
Con el tallo de tus dedos
escondes en mi pecho
cosechas de llamas
que alumbran con sus cenizas
cada rincón ermitaño
que escondía celosamente entre los rayos del alba.

En tus ojos
la lluvia me envuelve
y caigo como pluma blanca
en tu recuerdo.
Y cabalgo
apagando en tus pupilas
viejas estrellas de lejanos cielos.
En tu boca todavía arden
mariposas rojas
y grito ardientemente
para espantarlas.

Me escondo bajo el errante otoño
que deseca con su muerte
mis lágrimas verdes
que alimentaban nuestros sueños.

Simurg – Aziz Amahjour

Cientos de aves emprendieron el vuelo.
Emigraron con la esperanza de alcanzar a Simurg:
la pluralidad, la unidad, la perfección.
Pero en el camino muchos se cansaron
y sin fuerzas
se empezaron a desprender de la bandada
hasta que al final sólo se quedaron treinta
momento cuando se dieron cuenta
de que Simurg
no era sino ellos ..
¡Ellos mismos!
Y que por mucho que se hayan desprendido
muchos ..
en realidad no hay pluralidad,
no hay otro
sol
debajo
del cielo
del Pájaro-Rey

Seguiré en pie – Samira Brigüech

El canto de tu voz,
tu llanto ciego,
el amor de mis luces
y tu gloria agrietada
han traído en las palmas
de tu inmenso destino…
su nombre.

¿Qué me has hecho Melilla?
El timón que gobierna
mi fe y mi Dios
me hace creer en los designios de mis lágrimas.
Evoco el infiel recuerdo
el contrato que firmé en mi cuna
y esas letras de oro que adornan tu nombre
y que debo venerar y que adoro,
pero debo confesarte, mi adorada melilla,
que la paz de mi alma
en tu seno no guarda mis desidias.

Un desierto inmenso,
abarrotado de calles grises,
aguardan en todos los rincones de mi senda,
queriendo inundarme en sus aguas muertas,
que no puedo vivir ni revivir. Porque aún no han nacido.

No tengo oídos a tu voz,
no tengo belleza alguna de tus rasgos,
no tengo odio alguno al barro que pisas,
cuando caminas alrededor de sus besos,
no amo y amo, aún sin saber…

¡Y tu voz de niño,
acaricia mis oídos, en mi sueño
y pasa y llega más allá de las fronteras
y atraviesa los océanos y las tierras extranjeras
y llega a la nada y muere de soledad!

Mi adorada Melilla, tus hermosas murallas
que me tienden la melancolía de todas las lenguas
que cobijas, me baña con este Mediterráneo eterno,
así como las piedras de tu cuerpo, y hace temblar sin querer
mis labios y mi virgen calor,
y me hace gritar ensordeciendo al mundo con mi orgullo.
¡Espero el deseo de tus pupilas que no me miran!
Y le gritó aún más,
arrodillada ante esta laguna
de lágrimas ardientes,
¡Melilla, aún te espero… ver
y encontrar más allá de la misma… y de mis logros!

Anocheceres – Laila Belghali

Cuando se oculta el sol
como una nostalgia inevitable,
la noche va cayendo sobre el alma.
Y me siento inundar, pausadamente
de una marea fría, incontenible.
El corazón cansado de seguirme.
Trato de huir, en busca de una idea.
Y salgo a respirar
el aire de la brisa vespertina.
El alma se detiene, yerta ya
al borde de una inútil, lenta espera.
El corazón camina,
que es caminar su sino incontestable.
Entre esperar y andar,
quebrado en dos,
como un pozo de hielo insoportable
repito anocheceres
en los que, por faltar, me faltas aun tú.