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El verso- Pureza Canelo

Es un coloquio		
que me bebe;		
no me orienta, me adentra,		
responde a mi ceguera		
y acaba perdonándome en su rostro.		
Trae fortunas heredadas,		
abrazos de otros, leyendas visibles,		
invisibles, rectas de la muerte,		
volutas del momento,		
cántico rodado de hace mucho,		
el verso.		

Resbala del pelo a la garganta,		
me hace tropezar de veras,		
guiña su ojo		
tiende el mar		
y yo me tiento.		

El verso es un ojo		
pensado para ciegos,		
para mí,		
un caballo al fondo		
volver a casa		
y encender la lámpara del miedo,		
del miedo o la pregunta.		

Tanto		
me estrecha la cintura,		
se escapa de mis brazos,		
me adentra en la campana del llanto,		
de oros con llanto, del din don,		
en la plegaria.		
Y coge mi mano recién hecha		
al vacío		
y no me deja en paz		
aunque lo mate.		

El verso		
puede con mi vida		
sin pedirme permiso para la muerte.		

Presencia – Pureza Canelo

En ti toda la hora buscando		
la distancia más alta del insecto,		
la fibra de la montaña		
envuelta en pinos, en la leyenda		
de parte a parte, de boca a boca,		
como la oscuridad del verso.		
Y sueño mi corazón.		
Bajo el peldaño de la concha,		
bajo otra, bajo más		
la compañía de ti, amor de la noche		
bajo el sol,		
tú, conservador del alma mía,		
de los besos que no existen,		
con todas las nubes acampanadas,		
el tiempo sin el olvido,		
en mi perseverancia.		

Amor, tú, único domador de mis huesos,		
de la distancia,		
de la copla sonámbula,		
este destino en que deshaces mis nudos		
como en ventana abierta.		
Y aquí en la tarde		
cuando la presencia no va a dormir nunca		
no es tu cabeza quien me convoca a ti		
sino el hormiguero de vuelta ya		
que encontrará en la noche		
su martillo silencioso.

Estanque de abril – Pureza Canelo

¿Eres tú
o soy yo
Narciso?
Dejemos de beber en esa fuente
y vamos al regazo, amor mío
destapando la esencia
cuerpo a cuerpo no borroso
del tiempo sin fisura
ni compasión por los mortales
ajenos a la enorme
conversación de cuando se ama
en la vecindad de sus casas
cruzándonos la selva
de la tierra magnífica.

¿Eres tú
o soy yo
la maravilla
al fondo?
Si te duermes abandonarás
la poesía de mi estanque
la poesía del recuento
la poesía nido en alto
la poesía del rayo abril
la del tesoro cuando
se desgranan las horas
de tu boca
en mi ser como castigo.

Si tu cuerpo
oprime mi pensamiento
escribo lo mismo
de la travesía
y dudo si es amanecer
o si es noche, mediodía
crepúsculo pero sí hace
sabe a amor.

Noviembre – Pureza Canelo

Antes de que llegaras
abriendo el cielo de mi vida
la poetisa hacía cosas extrañas.
Era la soledad, era el decoro, era
la inteligencia sobre asno de plata.
Un asno hermoso, cristal tapiado
que iba empujando su estatura
para la caverna del poema
y sólo él.

Atrevimiento, apareciste
un día cargado de noviembre.
Llegué a la cita como en los tiempos
mejores de mi infancia, ajena
chorreando el pelo y la cartera
hasta el sillón color azul
donde aguardabas.

Sorpresa:
esta mujer además de insobornable
esquiva -dicen que dicen dicen-
viene impresentable al salón, mojada.

Corría la tarde por nuestros vasos y
extraño que atendiera a palabras
de creación mundo que no fueran
las de mi bien atesorado asno.
De pronto en tal anchura
supongo que inocente
sin darme tiempo a ver paisaje
que hoy ya es nuestro
entré en tus grandes ojos
que iban tragándose los míos
en el comienzo de dos asaltos
vertiginosos de otra
nueva inteligencia.

Ni un roce de las manos hubo
ni billar ni baratarias
que tan deprisa empujan a los cuerpos
a contagiarse en nada.
Solamente nacían bajo las nubes
torrenciales de noviembre puro
dos rostros desesperados de perderse
echando por tierra sus antiguos
dominios
para un asno de plata atar
ya un bronce tu cabeza.

Ya fuera del lugar
me daba vueltas el mundo
daba placer cruzar la esquina
de otra soledad, otro decoro, otra
boca a recibir el agua
del cielo como agua del barro
de la noche entera.
En casa, perdida, como jamás estuve
no pude ordenar mi ropa
ni dar cuerda al reloj
ni adelantar la taza para mañana
ni ofrecer liturgia en el espejo.
Directamente me abracé
a la blancura de un bordado
que decía P.C.G.

La carta, el beso – Pureza Canelo

Llega una carta y rompe abre
la mañana en mis verdes ojos.
Ha llegado después
del cántaro de leche
de la cesta con higos
y otra sombra que cruzó
con oveja merendera y juncos
recién cortados
el portal de mi casa todavía
en la frescura del valle.

Deseando que buscara el sol
la ventana, el beso dice:
Te imagino quieta
es tan hermoso el existir
ofreciendo tempranura al mundo
espesada en el lecho
porque no estoy ahí
Mira que sin estarlo
sé cómo andas de transparencia
y fruta,
cómo endulzas ya tu amanecida
en la boca
y sé que en tu costura va este poema
escrito en el instante
que relees mi carta, tan firme como
mueves el brazo que yo amo
el café que sorbes pero te equivocas
que estoy bebiéndome aquí
insistencia de tu mirada
contra la distancia quiébrala
y sigue.

Ah, la distancia y su isla
es el lugar más oculto
que el amante ofrece cautivo
con su cuerpo y beso en tierra.
La distancia es una charca
cercada de pasto amarillo y antiguo
que ahora mismo se la regalo al mundo
con la belleza primera de los siglos.
La distancia es no morir de sed
sino de bebiéndola vivirte
si madruga el amor en el verde cristal
los abiertos brazos
que se han puesto a trabajar deprisa
con el rayo de sol, la carta, aquí el beso
y ya te alcanz0.
Sabes que te alcanzo mientras tenga
silencio de amarte, no en papel
en sábana bordada con una estrella
y su número pegado a los otoños
Mañana es siempre
planeando sobre mi casa todavía
en la frescura del valle.

Bondad – Pureza Canelo

Obedecerla, amarla, me subyuga.
Siempre.
Tengo envidia de quien la posee
y vierte de su exquisita jarra
sobre la cabeza de los vivos.
Quedo muda, entusiasmada.
Quien la posee puede llevarme
a los repechos de los montes
para curar las alas del insecto y la rosa
pues ella sabe darme claridad
y emoción humana.

La bondad es el único poema
por el que seguiría buscando
el sueño de perseverar en él,
en agua salada, dulce
según las horas y sus barcos
yendo, viniendo.

Si la bondad llegara y me hiciera suya
para atravesar lo que va conmigo,
¿no olvidaría yo el camino de los lobos
la fatiga por los ríos aún no cruzados
cuando el deseo de una voz
canta y sabe que no canta?
No, no cambiaría la bondad humana
la del ser que la reparte
por el más alto poema de los siglos.

Fijaos bien en la doble travesía
donde me ahogo.

El aviso – Pureza Canelo

Todo vivir
es un olvido
a quien pertenezco.
Flecha que se va
sin conocer otro dueño.
Horizonte que busca
un lugar indescifrable.
El rumbo ha sido
sorprenderte: vivir,
que al instante
ya es olvido
como el mar
de infinitas lenguas
llega y borra.

A quien pertenezco
se esfuma
y lo que soy
puede sobrevivir sin mí.
Pálida noche
donde me muevo
al lado de un pájaro
que todavía respira.

Próximo rumbo
el aire que hace vértigo
allí donde nada ocupe
lugar de existencia.
Crúzala, crúzala.
Algas sin sueño
nos avisan.

De agua dulce – Pureza Canelo

Nunca hubiera adivinado que un amor
fuera la corriente más subterránea
sin escaparse
que va del tibio heno a un pozo
y de ahí empedrada a los huertos
sin dividirse
pero yo sí ante tu acecho
y este poema
que no acierta a explicarse mejor.

Corriente de agua dulce
en las tardes de agosto
no vayas por el agua
al pozo…
Se escribe así en el viento
una cultura detrás del amor
nacida en los campanarios
empujando suertes, ventanas
de la aldea interior
que es una mirada a la boca
trenzados frente a frente.

En el pozo andamos.
Mi saya tirando a selva
Tu camisa a juego oscura
Mi pie todavía calzado
Tu cuello abierto de mil troncos
Esta mano qué sorpresa sin anillo.
Las tuyas ayudando a sacar agua.

Del pozo me quiero ir
sin escaparme.
El busto atardecer
desconocía si esto era amor
o dulce trampa
que tira su moneda
sin dividirme
al fondo de las aguas.
Ay, la saya nueva
y camisa a rayas
flotan abrazando
el cielo, el limo puro
que del heno a un pozo
ya no saben regresar
a casa.
Y Dios arriba, abajo
empapado también
en dulce trampa
hace de una mujer aldea
este poema
que no acierta a explicarse mejor.
De «Pasión inédita»