Estrellas que entre lo sombrío… – José Asunción Silva

Estrellas que entre lo sombrío
De lo ignorado y de lo inmenso,
Asemejáis en el vacío
Jirones pálidos de incienso,

Nebulosas que ardéis tan lejos
En el infinito que aterra,
Que sólo alcanza los reflejos
De vuestra luz hasta la tierra,

Astros que en abismos ignotos
Derramáis resplandores vagos,
Constelaciones que en remotos
Tiempos adoraron los Magos,

Millones de mundos lejanos,
Flores de fantástico broche,
Islas claras en los océanos
Sin fin ni fondo de la noche,

¡Estrellas, luces pensativas!
¡Estrellas, pupilas inciertas!
¿Por qué os calláis si estáis vivas
Y por qué alumbráis si estáis muertas?…

El infierno de Tomino – Saijo Yaso

La hermana grande vomita sangre
la menor saca lumbre
pero el dulce Tomino
escupe diamante

Va solo Tomino
Cayendo hacia al infierno
Infierno lúgubre
Sin flores

¿Es su hermana grande
quien flagela?
La razón del castigo
cuelga oscura de su mente.
Flagela y azota, ¡Ah!
Pero nunca rompe.
Camino vero al Avici,
Eterno infernal

Guíenlo al abismo
infernal- le rezo
a la oveja aurea
al ruiseñor.

¿Cuánto empacó
en su morral de piel
para el descenso
al infierno sin fin?

La primavera viene
Al valle, al bosque
al abismo espiral
del infierno final.

El ruiseñor en jaula
la oveja en vagón
y una lágrima en el ojo
del dulce Tomino.

¡Canta, oh ruiseñor,
en el vasto bosque nebuloso!
Él grita que sólo llora
a la hermana menor.

Su afilada angustia
hace eco en el infierno–
Una peonía
abre sus pétalos de oro

Bajo las siete montañas
Y los siete ríos del infierno–
El viaje solitario
del pequeño Tomino

Si en este infierno se encuentran
vengan a mí, lo suplico,
Picos filosos de castigo
de la montaña aguijón

No es gratuito
penetrar la carne con agujas carmesí:
Pues son guía infernal
para el dulce y pequeño Tomino

Meditación ardiente – Kazuko Shiraishi

Soy una meditación que quema
Dentro guardo una isla acuosa
pájaros marinos y la luna llena
Alquilo un hogar a los cocodrilos del Nilo
Mi meditación no es agua azulada
sino rojo deseo
Creciendo en sus ojos
alimento los cocodrilos con un sol deleitable
y los dejo dormir
Vivo en una meditación que quema
oyendo la isla acuosa golpeada por las olas
callada silenciosamente

Cuatro mil días y noches – Ryuichi Tamura

Para que nazca un verso
debemos matar
muchas cosas,
debemos acribillar, asesinar y envenenar
a nuestros seres amados.

Ved,
en el cielo de los cuatro mil días y noches,
por tanto codiciar la lengua trémula de un pájaro,
hemos matado a tiros
lo silente de las cuatro mil noches y el resplandor
de los cuatro mil días.

Escuchad,
en todas las ciudades lluviosas y en los hornos de fusión,
en todos los puertos y las minas en estío,
por arrancarle lágrimas a un solo niño hambriento,
hemos asesinado
el amor de los cuatro mil días
y la misericordia de las cuatro
mil noches.

Grabad en vuestra memoria
tan solo por codiciar el miedo de un perro callejero
con ojos capaces de ver lo que no vemos,
con oídos capaces de oír lo que no oímos,
hemos envenenado
la imaginación de las cuatro mil noches
y el recuerdo frío de los cuatro mil días.

Para engendrar un solo verso
debemos matar a nuestros seres queridos.
Es el único camino para resucitar a los muertos.
Habrá que seguir este camino.

Guerra – Fuyuhiko Kitagawa

¿De qué serviría que me pusieran diamantes en estos ojos artificiales?
¿De qué serviría que me prendieran condecoraciones en las costillas musgosas?
Debemos derribar la gigantesca cabeza de la que penden salchichas
La cabeza gigantesca de donde cuelgan salchichas debe ser derribada.

¿Cuándo dispersaremos de un soplo sus cenizas como lo hicieron
con las flores de diente de león sobre la palma de la mano?

Gratitud – Oliverio Girondo

Gracias aroma
azul,
fogata
encelo.

Gracias pelo
caballo
mandarino.

Gracias pudor
turquesa
embrujo
vela,
llamarada
quietud
azar
delirio.

Gracias a los racimos
a la tarde,
a la sed
al fervor
a las arrugas,
al silencio
a los senos
a la noche,
a la danza
a la lumbre
a la espesura.

Muchas gracias al humo
a los microbios,
al despertar
al cuerno
a la belleza,
a la esponja
a la duda
a la semilla,
a la sangre
a los toros
a la siesta.

Gracias por la ebriedad,
por la vagancia,
por el aire
la piel
las alamedas,
por el absurdo de hoy
y de mañana,
desazón
avidez
calma
alegría,
nostalgia
desamor
ceniza
llanto.

Gracias a lo que nace,
a lo que muere,
a las uñas
las alas
las hormigas,
los reflejos
el viento
la rompiente,
el olvido
los granos
la locura.

Muchas gracias gusano.
Gracias huevo.
Gracias fango,
sonido.
Gracias piedra.
Muchas gracias por todo.
Muchas gracias.

Oliverio Girando,
agradecido.

Existir no necesita esfuerzo… – José María Parreño

Existir no necesita esfuerzo:
existir atraviesa los días
como una piedra
cruza una canción

vivir en cambio
se inventa a cada aliento
quema
moldea el alma
con la forma misma del camino
que el alma dibujó

vivir se vierte
como metal al rojo en un glaciar:
libera al hielo
al tiempo
de lo fijo

así el metal acuña
el azar en destino
se aguza en blanco
se detiene en sí