Tallado hasta ser blanco: el corazón
de bronce y la forma celeste
de nuestro invierno
gradual.
No lo olvides,
mi ser libre de sueños: yo también
vine a este mundo antes
que la nieve.
Tallado hasta ser blanco: el corazón
de bronce y la forma celeste
de nuestro invierno
gradual.
No lo olvides,
mi ser libre de sueños: yo también
vine a este mundo antes
que la nieve.
Contra la fachada del atardecer:
sombras, fuego y silencio.
Ni siquiera silencio, sino su fuego,
la sombra
que arroja un respirar.
Para entrar en el silencio de este muro
debo dejarme atrás a mí mismo.
Porque nos volvemos ciegos
en el día que nace con nosotros,
y porque hemos visto a nuestro aliento
nublar
el espejo del aire,
el ojo del aire no se abrirá
sino en la palabra
hecha renuncia: el invierno
habrá sido un lugar
de madurez.
Nosotros, convertidos en los muertos
de otra vida que la nuestra.
Tú, indomable
en este flujo terrestre:
tú, donde las últimas semillas
auguran cercanía:
tú harás sonar
el delirio coral
de la memoria, e irás
por el camino de los ojos. No te queda
otra, ni más larga, salida: desde el instante
en que te cortes
las venas, las raíces comenzarán
a recitar la masacre
de las piedras. Vivirás. Construirás tu casa
aquí: olvidarás
tu nombre. La tierra
es el único exilio.
Nevada. Y en la veta
más profunda de la blancura:
memoria
que añade tus pisadas
a lo perdido.
Sin fin
yo habría caminado contigo.
Nadie aquí,
y el cuerpo dice: cuanto se diga
no debe ser dicho. Pero nadie
es un cuerpo igualmente, y lo que el cuerpo dice
nadie lo oye
sino tú.
Nevada y noche. La repetición
de un asesinato
entre los árboles. La pluma
se mueve por la tierra: ya no sabe
qué va a ocurrir, y la mano que la sostiene
ha desaparecido.
Escribe, sin embargo.
Escribe: en el principio,
entre los árboles, un cuerpo vino caminando
desde la noche. Escribe:
la blancura del cuerpo
es del color de la tierra. Es tierra,
y la tierra escribe: todo
es del color del silencio.
Yo no estoy aquí. Nunca he dicho
lo que tú dices
que he dicho. Y, sin embargo, el cuerpo es un lugar
donde nada muere. Y cada noche,
desde el silencio de los árboles, sabes
que mi voz
viene caminando hacia ti.