Archivo de la categoría: Carlos Bousoño

España en el Sueño – Carlos Bousoño

A Carmen Braga

Desde aquí yo contemplo, tendido, sin memoria
el campo. Piedra y campo, y cielo, y lejanía.
Mis ojos miran montes donde sembró la historia
el dulce sueño amargo que sueñan todavía.

Pero el amor fundido en piedra, día a día;
pero el amor mezclado con monte, o con escoria,
es duradero y te amo, oh patria, oh serranía
crespa, que te levantas, bajo el cielo, ilusoria.

Campos que yo conozco, cielos donde he existido;
piedras donde he amasado mi corazón pequeño;
bosques donde he cantado; sueños que he padecido.

Os amo, os amo, campos, montañas, terco empeño
de mi vivir, sabiendo que es vano mi latido
de amor. Mas te amo, patria, vapor, fantasma, sueño.

El Barco – Carlos Bousoño

PERO tú, España mía, eres de rosa, y yo te amo. Eres de violeta, y te quiero. Tú, España, eres de cosa rota, en el aire de una vida quieta. Cómo no amarte. Cómo no quererte. La noche inerte baja hasta tu parte. No sé dónde estaré. Vendría a verte. Eres de rosa, de tristeza. A amarte. Yo no sé, España, cuáles son tus días, cuáles tus signos, cuáles tus regalos. Eran horribles olas tan bravías. Tú navegabas por los mares malos. Te destrozabas y te enaltecías, barco de amor, rotos de amor los palos.

Corazón partidario – Carlos Bousoño

Mi corazón, lo sabes,
no está con el que triunfa o que lo espera,
con el juramento mercader
que acecha el buen provecho,
se agazapa, salta sobre la utilidad, que es su querida,

busca ganancia en el abrazo,
obtiene renta de las mariposas y pone rédito a la luz,
cobra recibo por los amaneceres milagrosos,
por cambiante gracia del color
de una invisible rosa apresurada,
dulce y apresurada
como si fuese un hombre o una llama
o una felicidad humana: sí.

Mi corazón no está con el hombre que sabe
de la verdad todo lo necesario
para olvidar el resto de ella,
satisfecho del viento, poderoso del humo,
canciller de la niebla,
rey acaso, pero nunca de sí.

Elegía – Carlos Bousoño

Te he dicho que los hombres no contemplan
el puro río que pasa,
la dulce luz que invade las riberas
cuando fluye hacia el mar el agua casta.

Te he dicho ayer…Y yo veo ahora
fluyendo dulce hacia la mar lejana,
mientras los hombres ciegos, ciegamente
se embisten con furor de piedra helada.

Con desolada luz vas olvidado,
pero yo te contemplo, agua irisada,
silente amigo, y veo mi figura
triste, mirándose en tus aguas.

Amigo solitario:
esto te digo mientras pasas.
Repite luego mi voz triste
allá en las rocas desoladas.

Porque has de ver tierras estériles
y muertos sin remedio ni esperanza.

Camino – Carlos Bousoño

Aquí estás, camino de siempre,
hacia adelante, rota
la aspiración rosada, luna
que empalidece toda cosa.
Aquí estás y debes andar,
caminar como el agua absorta
por el torcido cauce, altos
los muros rojos, y a deshora.
Como el agua inmóvil transcurres
hacia un lejos, playa remota,
ya confusas historia y pena,
lejana la pena, la historia…

Impulso – Carlos Bousoño

Este fulgor del alma, esta ternura
que me nace en el pecho y que me eleva
en ascensión de pájaro que lleva
fuego en sus alas, gracia en su premura,

tiene la luz incierta, la hermosura
arrebatada y dulce que Dios nieva
para que yo la sufra y me la beba.
Pero antes Dios, el mismo Dios la apura.

Soy pájaro y temblor, estoy desnudo
entre el estío de la gloria agudo
que pasa por el alma y la encandece.

Tengo fuego en mis ojos y en mis venas
y conservo mi hueso humano apenas.
Oh plena gracia de otra luz que crece.

El amante viejo – Carlos Bousoño

¡Amabas tanto…! Acaso
con amargura, acaso con tristeza
lo dijiste. ¡Amabas tanto! En el espejo
viste tu faz que se iba haciendo vieja,

y tomaste a decir: «…amor…» Soñabas,
y en la alta noche silenciosa y queda,
lejos se oía lento el rumor manso
de un agua que pasaba mansa y lenta.

Algo en mi sangre espera todavía… – Carlos Bousoño

Algo en mi sangre espera todavía.
Algo en mi sangre en que tu voz aún suena.
Pero no. Inútilmente yo te llamo.
Aquella voz que te llamaba es ésta.

Ven hacia mí. Mis brazos crecen, huyen
donde los tuyos la mañana aquella.

Ven hacia mí. La tierra toda oscila,
se mueve, cruje. Vístete. Despierta.

Oh, qué encendida el alma
en su secreto puro, si vinieras.
Sin esperanza, entre la luz del día,
mi voz te llama.
El eco. La respuesta.

Canción para un poeta viejo – Carlos Bousoño

 

A Vicente Aleixandre

 

Muy cerca de la vida. Así tu hablar.
Llegaste a viejo cual se llega al mar.
Azotado del viento y de los años
fuiste la vida, no sus desengaños.
Tu voz sonaba a viento y caracolas,
viejo de luz, hermano de las olas,
Conocimiento fue tu reposar.
Llegaste a viejo cual se llega al mar.
Llegaste a viejo cual se llega a ser
la luz delgada del amanecer.
La luz delgada del saber callar,
del saber conocer y callar.
Del saber esperar, callar, seguir
hasta las olas del saber vivir.
Hasta las olas del saber amar
profundamente y como es quieto el mar.
Y como es quieto el mar se pone en pie
la insurrección del nunca moriré.
Y así tu ser, escrito en agua y sal
y en viento fue, y en todo lo inmortal.