Los sentidos se abren como un estallido de halcones.
Te rodean mis ojos.
Oprimes el aire y es mi tacto.
Encuentras el aroma de la selva,
animalejo que salta del cedro,
y soy,
soy el aire.
Cuando a tu lengua llega la yema del babaco
y tus pupilas se colman de colibríes,
estoy, me libero en cada gota,
me entrego en cada cristal de almíbar.
Soy en tu oído el sonido del tiempo
que descansa cuando todo se extravía en la bruma.