Manda a su hijo Perseo Dánae, para gozar,
sin testigos, de la lujuria,
a extraviarse
en los ojos sin fondo de la medusa,
del mismo modo que toda madre,
desde una cama pantanosa,
nos abandona,
por tres minutos de no ser,
a los dientes de este mundo.
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Ruidos de agua – Juan José Saer
Nadie está, aunque parezca estar, en el mundo.
Como cuando en el agua lisa y resplandeciente
cae una piedra que llena el aire con su eco,
igual el todo, permanencia inmóvil,
se abre y se cierra con cada nudo, fugaz, de acaecer.
Ruidos de agua. Y silencio, después,
en un lugar arcaico y sin orillas.