Un sol negro semejante
A la premonición del desastre. Un sol muerto
Robando las plegarias de los campesinos ojerosos.
Un sol ajeno a todo lo que habíamos conocido
Hasta entonces
A todo lo que habíamos sufrido hasta entonces.
Este es el sol que ha descendido sobre nuestras ciudades. Ha
Agotado a las doncellas. Ha roto de un hachazo
Las gruesas mesas de madera y los toneles
De vino espeso como sangre de gallo. Ha tensado
Los mares y los ríos. Ha cortado la leche
De las madres primerizas. Ha revelado
A los bachilleres sudorosos
Que hay una espera completamente sobria
De lo inevitable.
Fría como el rodar de las esferas celestes.
Todo está ahora detenido. No obstante
Hay como el ruido de cubiertos en una larga sobremesa.
Y bufones huidizos, bufones
De orejas puntiagudas
Soportando en sus jorobas las secas maldiciones.