Aquí en mi jaula estoy, con mi jauría
famélica. El escaso nutrimiento
de mi carne no sirve de sustento
a la voracidad en agonía.
De este tropel devorador que ansía
mi cotidiano despedazamiento
y que ataraza, en busca de alimento,
mis huesos triturados, noche y día.
Pero no me lamento; no podría
dolerme yo, Señor, de mi tormento
junto a tu cruz, que blasfemar sería.
Múltiple fue tu compadecimiento,
-por todos tú sufrir- … y en mi agonía
no cabe más dolor que el que yo siento.