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Oda a España – Joan Maragall

Escucha, España, la voz de un hijo
que te habla en lengua no castellana;
hablo en la lengua que me ha legado
la tierra áspera;
en esta lengua pocos te hablaron;
en la otra, demasiado.

Demasiado de los saguntinos
y de los que mueren por la patria;
y por tus glorias y tus recuerdos,
recuerdo y gloria de cosas muertas,
triste has vivido.

De distinta manera quiero hablarte.
¿Por qué derramar la sangre inútil?
La sangre es vida, si está en las venas,
vida hoy, vida para los que vengan;
vertida, es muerte.

Demasiado pensaste en tu honor
y escasamente en tu vida:
tus hijos, trágica, diste a la muerte.
Mortales honras te satisfacían;
tus fiestas eran tus funerales,
¡oh triste España!

Yo vi barcos zarpar repletos
de hijos que a la muerte entregabas:
sonriendo iban hacia el azar,
y tú cantabas junto a la mar
como una loca.

¿Dónde tus barcos? ¿Dónde tus hijos?
Pregúntalo al Poniente, a la ola brava:
perdiste todo, a nadie tienes.
¡España, España, vuelve en ti,
rompe el llanto de madre!

Sálvate, sálvate de tantos males;
que el llanto te haga alegre, fecunda y viva;
piensa en la vida que te rodea;
alza la frente,
sonríe ante los siete colores del iris.

¿Dónde estás España, dónde que no te veo?
¿No oyes mi voz atronadora?
¿No comprendes esta lengua que entre peligros te habla?
¿A tus hijos no sabes ya entender?
¡Adiós, España!

Insolada – Joan Maragall

En una casa campesina había
una doncella que tenía
los diecisiete años de amor, y era tan bella
que decían de ella:
«Es una moza como un sol.»
Ella bien sabía
el parentesco que con él tenía:
porque cada mañana,
de par en par abierta la ventana,
con su fuego ambarino y mañanero
le llenaba su cuarto por entero,
y ella, toda desnuda, con delicia,
se entregaba al fulgor de su caricia.
De tanto darse a estas tan dulces mañas,
el sol se le quedaba en las entrañas
y bien pronto sentía
un ardor que en su seno se movía.
«Adiós los míos y mi casa amada:
me voy al mundo, por la luz preñada.»
Abandonada y sin hogar
por la comarca comenzó a vagar.
Alegre como un pájaro volando,
iba sola cantando:
«Yo me soy la alborada,
pues llevo dentro el sol y soy rosada,
mis cabellos rojean,
mis ojos centellean,
mis labios bermejean,
llevo en frente y mejillas su color
y en el pecho su ardor:
toda yo soy claror contra claror.»
La gente que la oía
se paraba admirada y la seguía:
la seguía por el llano y la montaña
para escucharle su canción extraña,
que poco a poco la iba embelleciendo.
Que su hermosura era cabal sintiendo,
dijo: «Mi hora ha llegado.»
No canto más y, hallándola a su lado,
entró en una cabaña que allí había.
La gente que en aquel entorno estaba
sólo veía un resplandor y oía
los gritos de dolor que ella lanzaba.
Las grietas de la puerta, de repente
lucieron como estrellas fuertemente.
En seguida se alzó una llamarada,
toda la gente huyó de allí aterrada,
y en la gran soledad sólo quedaba
un niño igual que el sol, que caminaba
y decía, subiendo por la sierra:
«Vengo a juntar al cielo con la tierra…»

Las joyas – Joan Maragall

Quiero cubrir de joyas tu cabello,
tu garganta y tu pecho, brazos, manos,
en memoria de todas las caricias
que te haga ahora y que te hice antes.

Como lluvia, las joyas en tus miembros,
como lluvia los besos de mi amor,
y bajo cada beso que se encienda
un nuevo resplandor, como una estrella.

Una joya por beso, que ilumine,
quieta noche, lo noble de tu cuerpo;
mas después del gran día, luego el día;
la esposa, sin las joyas, del esposo.

Nutre al amor de recuerdos y ausencias… – Joan Maragall

Nutre al amor de recuerdos y ausencias;
brotará así maravillosa flor;
desprecia cualquier complacencia
que no llegue por medio del dolor.
No guardes otro don que tus lágrimas
ni otro consuelo quieras que suspiros:
tu palabra mejor está en el alma,
y el más sabroso beso te dieron los zafiros.
No sería la amada en su presencia
nunca como es ahora en tu adoración.
Nutre al amor de recuerdos y ausencias;
brotará así maravillosa flor.