Archivo de la categoría: Nach

Tristania – Nach

Es imposible recordar aquel techo
porque nunca lo miramos juntos,
solo teníamos nuestros ojos conectados,
o uno estaba siempre encima del otro.

¿Recuerdas?,
movíamos las manecillas del reloj
a nuestro antojo, tan fundidos y enormes
que parecíamos una escultura de Botero
sobre (y a los lados, y detrás y bajo) la cama.

Pero que estratega es la memoria
que nos guarda una sola foto finish,
y deja lo demás anclado en un lodo
de imaginación demasiado insegura.

Ya no te acuerdas, pero yo sí.
Para eso estoy aquí, convencido,
sacando aquellas Polaroid mentales
del cajón del dolido subconsciente.

Tu sabías que la nostalgia no era asunto tuyo,
mientras esas comisuras apuntaban hacia arriba
tus silencios interrogaban mis temores,
¡qué divertido era adivinarnos!

Jugábamos a deshacer las sombras
y sus nudos negros que nos perseguían,
nuestra propia ropa de repente
era diez tallas más grande,
convertidos en lo que se convierten quienes aman,

dos niños salvajes.

Hoy tristeza,

tristania
tristeria
tristorno

porque tú fuiste una nube
que ni se espera ni se deja atrapar,
y yo fui un estúpido por querer
volverme adulto demasiado rápido.

Porque
he buscado tu olor en otras pieles,
porque
he mirado a hurtadillas otro pelo,
porque
he intentado repetirte tantas veces,

pero eran guerras

tan perdidas

como yo.

Madrugadas – Nach

Horas que muchos aún no conocen,
silencios que cuentan una historia,
fríos de quienes detestan los techos,
circuito de almas rápidas y embriagadas.

Días de aquellos que prefieren la noche,
libertad para el insomne convencido,
las juergas lejanas, farolas que son rostros,
la soledad lógica, el asfalto suspendido.

Extraños cruzando su naufragio,
las flores esperando, las ideas que fornican,
el eco de los sublevados sin horarios,
los portales tan callados, los soplos.

Yo encontré en las madrugadas
un escombro que fue mi almohada,
y me vi bailando con aquellos olvidados,
dueños de un nombre que pocos pronuncian.

Me arde la vida – Nach

Me arde la vida en los besos que aún no he dado,
en aquellos pueblos cuyo nombre desconozco.
Soy una bola de fuego, contando historias que ojalá pueda vivir,
como un torbellino alejándose del lujo hueco y del ruido.

Tengo en mi mano derecha un dragón que crece y escupe pasión,
enormes hogueras de lo que aún no he conquistado.
Tengo en mis ojos un sol que dejas de ver cada noche,
porque se pierde buscando tugurios y piernas que lo rescaten.

Me arde la vida en los nombres que aún no he pronunciado,
en aquellas calles que nunca sintieron esta pisada fugaz.
Mi cuerpo es lava volcánica, aparezco y se acaba el invierno,
porque traigo toda la bondad que el averno esconde.

Tengo en mi mano izquierda un ángel que crece y canta profecías,
futuros paraísos de lo que aún no he conseguido.
Tengo en mi boca una luna que dejas de ver cada día,
porque se pierde buscando almohadas y brazos que la descansen.