Sucedió que aquel año se decía
que los tiempos cambiaban. Cierto era;
aquel año empezó la primavera
cuando apenas enero se moría.
Aquel año la tarde convertía
en campos de pasión la Tierra entera
que, por cazar, el alma fue campera
y la caza le hirió que perseguía.
Sucedió que era invierno, que el destino
preparaba un asombro campesino
de manos blancas y sandalia breve.
Y me encontré en Castilla deslumbrado
con todo el corazón enamorado
como una antorcha en medio de la nieve.
Te sigo, amor; herido en tus colmenas
tengo mi corazón sin esperanza.
Sé que eres fuego y siento cómo avanza
tu posesión de llamas por mis venas.
Sé que eres hierro, amor, y me encadenas
sellando de agonías tu alianza.
Sé que eres sed y siento cómo avanza
mi corazón y de avidez lo llenas.
Herido estoy, amor; certeramente
sigo tu luz o sigo tu amargura
sin comprender mi corazón siquiera.
Sólo sé que te sigo ciegamente
y es posesión de cielos mi ventura
y claridad de gloria mi ceguera.
Poesía de todas la épocas y nacionalidades