Estrella hija de estrella – Vicente Huidobro

Había signos en el aire
Había presagios en el cielo
Tenía que brotar la gracia de repente
Con sus pasos de gloria
Con todos sus gérmenes sagrados
Con su aliento de vida o muerte

Venía la belleza de quién sabe donde
Venía hacía mis ojos
Con su andar de planeta seguro de su tiempo…
Es la ley misteriosa que de pronto se encarna
Y se hace realidad en un instante.

El azar se presenta
Con todas sus fuerzas invencibles
El azar con sus constelaciones desatadas
Que súbito se anudan
Para cumplir con un destino en las piedras lentas
El aire vibra de los sonidos de la vieja flauta
Una dulce amistad ha nacido en el mundo
Acaso un gran peligro se yergue de su noche

La voz de un hombre dice Estrella
Y tiembla como una estrella
El viento pasa y el azul amado
Deja caer su aroma
Para ungir las cabezas señaladas.

Ahí viene sobre dos pies alados
Envuelta de música de nardos y de bosques
La gracia y la belleza
Entre los ruidos de las calles
Sobre sus pies alados
Aparece de pronto entre los hombres y las casas
Y todo cae en el vacío

Los ruidos, las casas y las calles
Como las ropas de una mujer que se desnuda
Sólo tú quedas en el mundo
Sólo tu cuerpo como una flor inmensa
Que llena de universo.

¡Oh tierra cómo te has hecho bella en un instante!

Dos miradas se cruzan
Y canta un árbol nuevo
Dos manos se entrelazan
Dos anhelos se encuentran
Dos angustias se hablan en secreto
¿Por qué, razón?
Solo los signos y el azar lo saben

Dos corazones reconocen un impulso ciego
Y el camino que se abre al infinito.

Un hombre dice estrella
Y hay un temblor en los espacios
Un hombre dice Mar
Y las olas se agrandan satisfechas
Un hombre dice Selva
Y los árboles comprenden su deber milenario
Un hombre dice Viento
Y todo se agita hasta la muerte

Estrella yo no te pido tu destino
Ni exijo mas aroma a la flor de la tarde
Yo quiero solo una amistad de anchas orillas
Un gran río profundo
Que embruje mi país
Y haga cantar las aguas dormiladas
Que siempre creen olvidar su vida

La calle del azar
El punto mismo
Donde se encuentran los designios

Los ojos se adivinan
Se entornan suaves
Saben que juntos van a mirar las cosas
Los labios se presienten
Palpitan como flores que empiezan la jornada
¿Son besos? ¿Son palabras?
¿Es un cambio de ideas a través de los años?
Por qué llegas tan tarde a mi jardín
Por qué no apresuraste la marcha en las tinieblas?
¿Con qué derecho el tiempo
Separa la flor del árbol que era suyo?
¿Por qué pone distancias en los años?
¿No sabes que este trozo de tierra te aguardaba
Cansado de cantar y de llamarte?

Yo te había elegido
Como la tierra el árbol de su gracia
Como el naufragio al barco más amado
Esto es grande y es triste
Porque no hay modo de cambiar los signos
Mi exaltación acaso te asustaba
Ella era real como las tempestades
Perdona lo que venga y es que ya ha nacido
No es culpa mía si el destino habla
Entre el cielo y la tierra
Hay algo grande que comienza
Tierra y cielo sienten temblar las rocas y las nubes
Cielo y tierra son cómplices del sueño
Y sus pájaros nacientes sin permiso

¿Serás mi estrella
Entre la vida y la muerte sorprendida?
Ven hacia mi más mía que mis huesos
Ven entre mirtos y mármoles profundos
¡Oh cuerpo del ritmo eterno!
¡Oh la amistad de músicas y cielos infinitos!
¡Oh belleza del mundo!
Permíteme acordarme de mí mismo

Caigo sobre unas manos – Antonio Gamoneda

Cuando no sabía
aún que yo vivía en unas manos,
ellas pasaban sobre mi rostro y mi corazón.
Yo sentía que la noche era dulce
como una leche silenciosa. Y grande.
Mucho más grande que mi vida.
Madre:
era tus manos y la noche juntas.
Por eso aquella oscuridad me amaba.
No lo recuerdo pero está conmigo.
Donde yo existo más, en lo olvidado,
están las manos y la noche.
A veces,
cuando mi cabeza cuelga sobre la tierra
y ya no puedo más y está vacío
el mundo, alguna vez, sube el olvido
aún al corazón.
Y me arrodillo
a respirar sobre tus manos.
Bajo
y tú escondes mi rostro; y soy pequeño;
y tus manos son grandes; y la noche
viene otra vez, viene otra vez.
Descanso
de ser hombre, descanso de ser hombre.

Sin rumbo – Amado Nervo

Por diez años su diáfana existencia fue mía.

Diez años en mi mano su mano se apoyó,
¡… y en sólo unos instantes se me puso tan fría,
que por siempre mis besos congeló!

¡Adonde iréis ahora, pobre nidada loca
de mis huérfanos besos, si sus labios están
cerrados, si hay un sello glacial sobre su boca,
si su frente divina se heló bajo su toca,
si sus ojos ya nunca se abrirán!

Nuestra noche – Luis García Montero

QUISIERA perseguir algún poema
que hablase de mis noches, nuestra noche,
la misma noche cálida de rostros conocidos,
en el mismo rincón, ya no hace falta
preguntar lo que bebe cada uno.
Escribir, por ejemplo, puedo cerrar los ojos
y todo sigue igual, abro despacio
la puerta fría de color madera,
intimidad con humo de luz almacenada,
y risas en el fondo,
y una voz que denuncia mi costumbre
de llegar siempre tarde.
Escribir, por ejemplo, son ahora
mucho menos frecuentes estas noches,
y recuerdan inviernos negociados
con renta de amistad,
y tienen algo
de temblor fugitivo.
Las caras han cambiado, saben cosas
y se parecen más a nuestras vidas.
Escribir, por ejemplo, que los ojos,
cuando pasa la noche y en la calle
duele la luz del alba,
tienen otra manera de mirarse,
un modo más avaro de pensar
en los años, los meses, las semanas,
los días y las horas.
Noche eterna, tal vez
será mejor llamarte reincidente.

La atracción de la piedra imán -Rocío Arana

UN segundo tan solo y para siempre,
lo nunca visto, lo que brilla oscuro,
secreto, tan sin nombre de llamarlo,
y deslumbrante hiere, y no se marcha.
Basta un tenue segundo
de sol incandescente y doloroso
para encender el mundo, puro incendio.
Ese dardo feroz y luminoso
es lo que mueve el mundo de un poeta.
Un segundo que puede corromperte
o llenarte de lluvia soleada:
lo mismo que te abisma te da a luz.

Yo amo a una mujer – Elvira Sastre

Yo amo a una mujer
que me incomoda, que me
hace cuestionar los tamaños de
los planetas cuando choca contra
el mío y no se mueve.

Yo amo a una mujer
que es silencio, a quien solo
entiendo cuando no habla o
cuando lo hace tan despacio que
le respondo en un sitio diferente.

Yo amo a una mujer
que sufre, que sabe llorar y eso
me gusta, que sabe callar y eso
es necesario, que sabe gritar solo
donde hace falta y eso, eso la hace cierta.

Yo amo a una mujer
que no me obliga, que sabe saltar
y caer en otro sitio, que no se queda
en los lugares que la dañan, que me
deja dormir con mi tristeza y despertar con ella.

Yo amo a una mujer
que escoge las palabras, que las cuida
y acaricia igual que a mis problemas,
que las repasa con el mismo dedo
con el que se quita la lágrima el día en el que
todo es demasiado. Una mujer
que respeta las letras y sabe colocar
los espacios necesarios, una mujer
que me enseña cómo respira el aire.

Yo amo a una mujer
con un idioma propio, que se inventa
mis preguntas, que me clava las uñas
solo para salir a coger aire, una mujer
que tiene en su lengua el único idioma que conozco.

Yo amo a una mujer
que me ama, y eso es solo coincidencia,
eso es solo un acierto colocado a tiempo
por las montañas que nos rodean,
ni siquiera es suerte, no,
eso es solo lo que le contaré a mi futuro
cuando mi pasado pregunte por qué ella,
por qué tan fácil.

Yo amo a una mujer
que me ama
porque la mujer que yo amo
es mucho más que todo esto.

Padre nuestro – Nicanor Parra

Padre nuestro que estás en el cielo
lleno de toda clase de problemas
con el ceño fruncido
como si fueras un hombre vulgar y corriente
no pienses más en nosotros.

Comprendemos que sufres
porque no puedes arreglar las cosas.
Sabemos que el Demonio no te deja tranquilo
desconstruyendo lo que tú construyes.

Él se ríe de ti
pero nosotros lloramos contigo:
no te preocupes de sus risas diabólicas.

Padre nuestro que estás donde estás
rodeado de ángeles desleales
sinceramente: no sufras más por nosotros
tienes que darte cuenta
de que los dioses no son infalibles
y que nosotros perdonamos todo.