Mucho he viajado en las regiones de oro
Y tantas buenas tierras y reinos tengo vistos
Alrededor de tantas islas del occidente estuve
Donde los bardos guardan devoción a Apolo.
A menudo de amplios horizontes me han dicho
Que Homero, de hondos ojos, regía cual su heredad
Más nunca respiré tan pura serenidad
Hasta que oí a Chapman hablar fuerte y osado.
Me sentí pues como el vigía de los cielos
Cuando un nuevo planeta ancla en su entendimiento
O como el fornido Cortés cuando escudriñó el Pacífico
Con ojos de águila –y todos sus hombres
Se miraron unos a otros, con salvaje anticipación-
Silenciosos, en la cumbre… en Darién.
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Sobre el mar – John Keats
No cesan sus eternos murmullos, rodeando
las desoladas playas, Y el brío de sus olas
diez mil cavernas llena dos veces, y el hechizo
de liécate les deja su antiguo son oscuro.
Pero a menudo tiene tan dulce continente,
que apenas se moviera la concha más menuda
durante muchos días, de donde cayó Cuando
los vientos celestiales Pasaron, sin cadenas.
Los que tenéis los ojos dolientes o cansados,
brindadles esa anchura del Janar, como una fiesta ;
y los ensordecidos por clamoreo rudo
o los que estáis ahítos de notas fatigosas,
sentaos junto a Una antigua caverna, meditando,
hasta sobresaltaros, como al cantar las ninfas.
La caída de Hiperión (Sueño) – John Keats
Tienen los locos sueños donde traman
elíseos de una secta. Y el salvaje
vislumbra desde el sueño más profundo
lo celestial. Es lástima que no hayan
transcrito en una hoja o en vitela
las sombras de esa lengua melodiosa
y sin laurel transcurran, sueñen, mueran.
Pues sólo la Poesía dice el sueño,
con hermosas palabras salvar puede
a la Imaginación del negro encanto
y el mudo sortilegio. ¿Quién que vive
dirá: «no eres poeta si no escribes
tus sueños»? Pues todo aquel que tenga alma
tendrá también visiones y hablará
de ellas si en su lengua es bien criado.
Si el sueño que propongo lo es de un loco
o un poeta tan sólo se sabrá
cuando mi mano repose en la tumba.
Soñé que en un lugar estaba donde
palmera, haya, mirto, sicomoro
y plátano y laurel formaban bóvedas
cerca de manantiales cuya voz
refrescaba mi oído y donde el tacto
de un perfume me hablaba de las rosas.
Vi un árbol de boscaje recubierto
por parras, campanillas, grandes flores (…)
Historia en versos – John Keats
Lo hermoso es alegría para siempre:
su encanto se acrecienta y nunca vuelve
a la nada, nos guarda un silencioso
refugio inexpugnable y un reposo
lleno de alientos, sueños, apetitos.
Por eso cada día nos ceñimos
guirnaldas que nos unan a la tierra,
pese a nuestro desánimo y la ausencia
de almas nobles, al día oscurecido,
a todos los impávidos caminos
que recorremos; cierto, pese a esto,
alguna forma hermosa quita el velo
de nuestro temple oscuro: talla luna,
el sol, los árboles que dan penumbra
al ganado, o tales los narcisos
con su universo húmedo o los ríos
que construyen su fresco entablamento
contra el ardiente estío; o el helecho
rociado con aroma de las rosas.
Y tales son también las pavorosas
formas que atribuimos a los muertos,
historias que escuchamos o leemos
como una fuente eterna cuyas aguas
del borde de los cielos nos llegaran.
Y no sentimos a estos seres sólo
por breve lapso; no, sino que como
los árboles de un templo pronto aúnan
su ser al templo mismo, así la luna,
la poesía y sus glorias infinitas
cual una luz alegre nos hechizan
el alma y nos seducen con tal fuerza
que, haya sombra o luz sobre la tierra,
si no nos acompañan somos muertos.
Así, con alegría, yo refiero
la historia de Endimión (…)
Bien venida alegría, bienvenido pesar – John Keats
Bien venida alegría, bien venido pesar,
la hierba del Leteo y de Hermes la pluma:
vengan hoy y mañana,
que los quiero lo mismo.
Me gusta ver semblantes tristes en tiempo claro
y alguna alegre risa oír entre los truenos;
bello y feo me gustan:
dulces prados, con llamas ocultas en su verde,
y un reírse zumbón ante una maravilla;
ante una pantomima, un rostro grave;
doblar a muerto y alegre repique;
el juego de algún niño con una calavera;
mañana pura y barco naufragado;
las sombras de la noche besando a madreselvas;
sierpes silbando entre encarnadas rosas;
Cleopatra con regios atavíos
y el áspid en el seno;
la música de danza y la música triste,
juntas las dos, prudente y loca;
musas resplandecientes, musas pálidas;
el sombrío Saturno y el saludable Momo:
risa y suspiro y nueva risa…
¡Oh, qué dulzura, el sufrimiento!
Musas resplandecientes, musas pálidas,
de vuestro rostro alzad el velo,
que pueda veros y que escriba
sobre el día y la noche
a un tiempo; que se apague
mi sed de dulces penas;
ramas de tejo sean mi refugio,
entrelazadas con el mirto nuevo,
y pinos y limeros florecidos,
y mi lecho la hierba de una fosa.
La Bella Dama sin Piedad (La Belle Dame sans Merci) – John Keats
La Bella Dama Sin Piedad
Oh, ¿Qué es lo que te aflige, caballero de armas
Solitario y deambulando débilmente?
El junco se marchita en el lago
Y ningún pájaro canta.
Oh, ¿Qué es lo que te aflige, caballero,
Tan demacrado y tan lleno de dolor?
El granero de la ardilla está lleno
Y la cosecha ya ha sido recogida.
Veo un lirio en tu frente
Con la agonía de las gotas de febril rocío
Y en tu mejilla una rosa que rápida,
se desvanece al marchitarse
Conocí a una dama en los prados
de completa belleza, una niña de las hadas;
Su pelo era largo, su caminar ligero
Y sus ojos salvajes
Hice una guirnalda para su cabeza
Brazaletes también, que la llenaron de fragancias;
Ella me miró al hacerme el amor
Con dulces suspiros.
La senté en mi corcel
Y nada más vi durante el resto del día
A mi lado ella se recostó, y cantó
Una canción de las hadas.
Ella me encontró raíces de dulce sabor
Miel salvaje y maná del rocío
Y en un lenguaje ciertamente extraño dijo-
‘Te amo’
Ella me llevó a su cueva encantada
Y allí lloró, y suspiró dolorida,
Y allí con cuatro besos
cerré sus ojos salvajes..
Y allí me cantó hasta dormirme
Y allí soñé – ¡Oh! ¡Maldito sea!
El último sueño que tuve
En la pendiente de la fría colina.
Vi pálidos reyes, y princesas también,
Pálidos guerreros, todos con la palidez de la muerte;
Ellos gritaban – ‘¡La bella dama sin piedad
Te ha esclavizado!’
Vi sus hambrientos labios en la penumbra
Bien abiertos, adviertiendo
Y desperté, y me encontré aquí,
En la pendiente de la fría colina.
Por eso me encuentro aquí
Solitario, deambulando débilmente,
Aunque el junco se marchite en el lago
Y ningún pájaro cante.
Versión: Marina Kohon, en Ogham
Oh what can ail thee, knight-at-arms,
Alone and palely loitering?
The sedge has withered from the lake,
And no birds sing.Oh what can ail thee, knight-at-arms,
So haggard and so woe-begone?
The squirrel’s granary is full,
And the harvest’s done.I see a lily on thy brow,
With anguish moist and fever-dew,
And on thy cheeks a fading rose
Fast withereth too.
I met a lady in the meads,
Full beautiful – a faery’s child,
Her hair was long, her foot was light,
And her eyes were wild.
I made a garland for her head,
And bracelets too, and fragrant zone;
She looked at me as she did love,
And made sweet moan.
I set her on my pacing steed,
And nothing else saw all day long,
For sidelong would she bend, and sing
A faery’s song.
She found me roots of relish sweet,
And honey wild, and manna-dew,
And sure in language strange she said –
‘I love thee true’.
She took me to her elfin grot,
And there she wept and sighed full sore,
And there I shut her wild wild eyes
With kisses four.
And there she lulled me asleep
And there I dreamed – Ah! woe betide! –
The latest dream I ever dreamt
On the cold hill side.
I saw pale kings and princes too,
Pale warriors, death-pale were they all;
They cried – ‘La Belle Dame sans Merci
Hath thee in thrall!’
I saw their starved lips in the gloam,
With horrid warning gaped wide,
And I awoke and found me here,
On the cold hill’s side.And this is why I sojourn here
Alone and palely loitering,
Though the sedge is withered from the lake,
And no birds sing.
marchitos, y los pájaros no canten.