Poesía masculina – Luna Miguel

nunca le he pedido que me coma la polla
en todo caso
he empujado levemente con el borde de mis palmas
la barricada de su omóplato
levemente
sutilmente
nunca he sido demasiado sutil
para qué voy a serlo si me llamo hombre
si con el borde de las palmas de mis manos
ya ordeno levemente
opacamente
hazme caso balbuceo
sé líquida pienso
nunca le he pedido que me haga el amor
ni siquiera aquella tarde en cartagena de indias
después de que mis testículos se remojaran en la piscina
o de que mi hijo riera como nunca
entre salpicaduras de cloro
era la hora de la siesta y nuestras bocas olían a lulo
cómemela podría haber dicho
trágatela está dulce
pero al final todo cuanto mis manos sostuvieron
fue el cuerpo inquieto del niño
mientras ella le cambiaba el pañal
antes de darle un beso en la frente
y de que nos quedáramos los tres dormidos
semidesnudos en la enorme cama de ese hotel
en el que nunca follamos
pero donde amé
levemente
torpemente
justo como ama un hombre

Oda al Amor – María Mercedes Carranza

Una tarde que ya nunca olvidarás
llega a tu casa y se sienta a la mesa.
Poco a poco tendrá un lugar en cada habitación,
en las paredes y los muebles estarán sus huellas,
destenderá tu cama y ahuecará la almohada.
Los libros de la biblioteca, precioso tejido de años,
se acomodarán a su gusto y semejanza,
cambiarán de lugar las fotos
Otros ojos mirarán tus costumbres,
tu ir y venir entre paredes y abrazos
y serán distintos los ruidos cotidianos y los olores.
Cualquier tarde que ya nunca olvidarás
el que desbarató tu casa y habitó tus cosas
saldrá por la puerta sin decir adiós.
Deberás comenzar a hacer de nuevo la casa,
reacomodar los muebles, limpiar las paredes,
cambiar las cerraduras, romper los retratos,
barrerlo todo y seguir viviendo.

Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte! – Julio Flórez

Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte!
Nunca se satisface ni alcanza
la dulce posesión de una esperanza
cuando el deseo acósanos más fuerte.

Todo puede llegar: pero se advierte
que todo llega tarde: la bonanza,
después de la tragedia: la alabanza
cuando ya está la inspiración inerte.

La justicia nos muestra su balanza
cuando su siglos en la Historia vierte
el Tiempo mudo que en el orbe avanza;

Y la gloria, esa ninfa de la suerte,
solo en las sepulturas danza.
Todo nos llega tarde… ¡hasta la muerte!

CONSEJOS PARA LA MUJER FUERTE – Gioconda Belli

Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzar tu corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra:
se visten como culpas, como oportunidades, como
precios que hay que pagar.
Te hurgan el alma; meten el barreno de sus miradas o sus
llantos
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.

Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.

No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quién eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.

Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta
a nadar a contracorriente.

Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto.
Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo
rodéalo de fosos profundos
pero hazle anchas puertas y ventanas.

Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodean y quieran sepan lo que eres
que te hagas un círculo de hogueras y enciendas en el
centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente donde se mantenga el hervor
de tus sueños.

Si eres una mujer fuerte
protégete con palabras y árboles
e invoca la memoria de mujeres antiguas.

Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando los clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara, pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder.

Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.

Estrella fugaz – Elvira Sastre

Hay una tristeza inherente a las cosas
que las hace bellas
y no quiero llegar a comprender nunca.

Hoy he tenido un sueño triste
y he despertado en una cama carente de nada,
en unas sábanas blancas y tristes,
y en el balcón mis plantas me miraban tristes.

He salido a la calle y era pronto.
Los domingos por la mañana
Madrid se pone más bonita que nunca:
pasearla así ha sido como ver una estrella fugaz,
y me ha parecido todo tan triste
que me he puesto la canción más triste de mi cabeza
y he deseado la soledad.

Me he acordado
de todo lo que he olvidado
y he maldecido el paso del tiempo por un momento;
después he leído que la mujer de Cortázar
tenía los ojos azules y apenados,
y el mundo me ha parecido algo más sencillo,
pero también más triste.
Los fantasmas también quieren flores,
pero la gente solo tiene miedo.

He visto a una pareja sentarse separada
en el metro
con los ojos a un centímetro de distancia,
a una niña reírse a carcajadas de una verdad,
dos manos besarse en una terraza,
una tierra abandonada a través de una ventana
y a alguien pensar en otra vida,
y me he puesto triste
al verme en todos ellos.

Después,
he vuelto a casa,
a mi refugio blanco y triste,
a mi paz en calma culpable,
al fin de cada comienzo,
y te he mirado tranquila y bella,
en el sofá y en tu universo
de estrella fugaz,
y he dejado toda la tristeza en la puerta.

Morir – Alfonso Reyes

En el más cariñoso lecho
me siento morir,
cuando en la naturaleza,
toda mansa como jardín.

Muelle, el ala del ángel blanco
¡qué piedad, que ternura al fin!—
primera vez roza mis hombros
como el arco roza el violín.

Esta frescura de saber
que también nos vamos de aquí,
¡qué novedad en la conciencia,
qué persuasión blanda y sutil!

¡Qué conformidad, que tersura,
qué dejarse ir!
Sus filos y puntas los actos
redondean al llegar a mí.

Ni la sangría del estoico
que se amenguaba sin sentir,
ni el áspid que penas besaba
el botón de ansioso carmín:

Lento declive, y tan seguro
—hinchado de sí—
que ni da lugar a lamentos
ni a temores, ni

siquiera al vago cosquilleo
de ese minuto por venir
en que se ha de abrir a mis ojos
algo que se tiene que abrir.

¡Qué natural lo que se acaba
cuando ya se acaba por sí!
Voy con la razón satisfecha,
dormido, contento, feliz.

¡Y yo que viví tantos años,
tantos años como perdí,
sin dar oídos a la esfinge
que susurraba junto a mí!

Yo no sabía que la vida
se reclina y se tiene así
en esa gula de la nada
que es su diván, es su cojín.

El Barco – Carlos Bousoño

PERO tú, España mía, eres de rosa, y yo te amo. Eres de violeta, y te quiero. Tú, España, eres de cosa rota, en el aire de una vida quieta. Cómo no amarte. Cómo no quererte. La noche inerte baja hasta tu parte. No sé dónde estaré. Vendría a verte. Eres de rosa, de tristeza. A amarte. Yo no sé, España, cuáles son tus días, cuáles tus signos, cuáles tus regalos. Eran horribles olas tan bravías. Tú navegabas por los mares malos. Te destrozabas y te enaltecías, barco de amor, rotos de amor los palos.

Melancolía – Manuel Machado

Me siento, a veces, triste
como una tarde del otoño viejo;
de saudades sin nombre,
de penas melancólicas tan lleno…
Mi pensamiento, entonces,
vaga junto a las tumbas de los muertos
y en torno a los cipreses y a los sauces
que, abatidos, se inclinan… Y me acuerdo
de historias tristes, sin poesía… Historias
que tienen casi blancos mis cabellos.

El agua ensimismada – María Zambrano

El agua ensimismada
¿piensa o sueña?
El árbol que se inclina buscando sus raíces,
el horizonte,
ese fuego intocado,
¿se piensan o se sueñan?
El mármol fue ave alguna vez;
el oro, llama;
el cristal, aire o lágrima.
¿Lloran su perdido aliento?
¿Acaso son memoria de sí mismos
y detenidos se contemplan ya para siempre?
Si tú te miras, ¿qué queda?

Los Amantes – Baldomero Fernández Moreno

Ved en sombras el cuarto, y en el lecho
desnudos, sonrosados, rozagantes,
el nudo vivo de los dos amantes
boca con boca y pecho contra pecho.

Se hace más apretado el nudo estrecho,
bailotean los dedos delirantes,
suspéndese el aliento unos instantes…
y he aquí el nudo sexual deshecho.

Un desorden de sábanas y almohadas,
dos pálidas cabezas despeinadas,
una suelta palabra indiferente,

un poco de hambre, un poco de tristeza,
un infantil deseo de pureza
y un vago olor cualquiera en el ambiente.