Duele, desasosiega
saber que muere el que nació con llanto
de desesperación feliz porque una vez llegamos
a encontrarnos.
Tiempo después,
cuando uno a otro nos pusimos la camisa
de fuego, se nos pegó de tal modo
al cuerpo que no hubo forma
de arrancárnosla.
Lo digo con violencia
mal contenida mientras cae
con sordo estrépito, lejana, deshecha en polvo
la pira de nosotros.