Cipris, mi capitana; Eros vigila el rumbo
sosteniendo el timón de mi alma en su mano;
el Deseo violento provoca tempestades. Y es que nado
ahora en un mar de amor de muchas razas.
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Danza – María Clara González
Cuando brota del fondo de la estancia
esa danza lunar oscura y grácil
el abandono de la noche me posee
Generosa
me entrego
al movimiento que me embarga
Tierra-madre
mujer-cuna y destino
¡Frágil lago de piel y de esperanza!
El enemigo – Rafael Cadenas
De pronto aparece en la puerta, como tallado, el
acreedor. Viene en busca de su salario. Tiende su
mano izquierda desde la entrada, inmóvil. Los dos
nos miramos sin comprender.
Se insinúa con sigilo o irrumpe sin avisar.
Reconozco que estoy condenado a hacerle el juego.
Si ambos fuésemos reales no nos desgastaríamos en
esta persecución, pero nuestra servidumbre es la
misma: somos personajes. Nos acompaña el miedo.
Mi costumbre es tomar su bando. Le permito que
hable por mí.
Me convierte en plato de su odio.
Soy su aliado.
Sí, me usa, me usa para sus fines, que también se
vuelven contra él. La fuente que lo envenena rebosa
con jirones míos, suyos. Nos confundimos, nos
entretejemos, nos intrincamos, sin querer. Hasta nos
perdemos de vista, y ya no sabemos quién es el que
persigue.
Tengo que contrarrestar, con otra voz, sus cargos,
pero casi siempre estoy de su parte.
¿Cuándo tuvo lugar este desplazamiento? Son pocos
los días en que el enemigo no ha contado con mi
apoyo. Nunca en realidad he sido contrapeso para sus
demandas. Me consta, me consta en mi carne. Siempre
firmé sus acusaciones, sus ataques sorpresivos, sus
listas de agravios. Siempre contó con el respaldo que
yo necesitaba para mi tarea. Sí, siempre a mi acusador lo encontré más eficaz, y a su casuística atroz
sólo podía oponerle unos ojos inmóviles.
Mutación – María Clara González
«…Cuándo así me acosan ansias andariegas
¡Qué pena tan honda me da ser mujer!»
Juana de Ibarbourou
No te apenes Juana
que ahora podemos
hartarnos de luna
caminar por sendas que locas invitan
abrir andariegas puertas misteriosas
y asomar la sed
Podemos ahora
como tu anhelabas
navegar por campos
caminar el mar
pero para hacerlo
sin saber el modo
¡como las serpientes cambiamos de piel!
Tu espalda elige – Irene Selser
Tu espalda elige
la senda del castaño
para marcharse.
Voces secretas – María Clara González
Visto armadura
Calzo espuelas
Ajusto el yelmo
No acallo
esas secretas voces
que lanza mi ser
al roce del metal
que intenta contenerlo
Más allá de las leyes que prohíben… – María Cinta Montagut
Más allá de las leyes que prohíben,
que limitan la altura de los cuerpos,
su dimensión, su peso, su medida
de planeta, de pluma, de vigilia,
su densidad de fuego o de cadera
que se mueve en la sombra como el agua
en el aire deshace sus espumas,
viajaremos.
Mujer – María Clara González
I
Arcilla y luz
espejo que refleja
el resplandor del universo
II
Destino de palmera y cascada
que anhela el infinito
mientras devuelve a la tierra
esa cuota de sangre
que le adeuda
Expectación – Amado Nervo
Siento que algo solemne va a llegar a mi vida.
¿Es acaso la muerte? ¿Por ventura el amor?
Palidece mi rostro, mi alma está conmovida,
y sacude mis miembros un sagrado temblor.
Siento que algo sublime va a encarnar en mi barro
en el mísero barro de mi pobre existir.
Una chispa celeste brotará del guijarro,
y la púrpura augusta va el harapo a teñir.
Siento que algo solemne se aproxima, y me hallo
todo trémulo; mi alma de pavor llena está.
Que se cumpla el destino, que Dios dicte su fallo,
para oír la palabra que el abismo dirá.
Olvido – María Clara González
Por fin crucé la puerta
que confunde
recuerdos con cenizas
Tu silueta se yergue
ante mí
estática
vacía
Hoy
ya me fue imposible
recobrar tu sonrisa