La muerte que siempre veo – Toriko Takarabe

                  A mi hermana pequeña, que murió como refugiada

Vestida de azul celeste,
mi hermana aparecía y desaparecía en un bosquecillo.
Con una flor de peonía, casi del tamaño de su cara,
mi hermana, ay, se cae debajo del puente.
Al fondo de ese río del valle lejano,
permanezco despierto,
para recogerla en mis brazos.

Una herida azul
atraviesa mis brazos
Desorientadas por un fuego corredizo que viene del campo,
ya ni mi hermana ni yo nos encontramos allí.
Un grito sollozante que se escucha
en medio de los maíces no es mío.
Al despertarme,
me doy cuenta:
abandoné a mi hermana
en la inmensa garganta del sueño.
Ya no volveré,
no volveré jamás

Pero ¡corre, corre!
Se me abre la herida a medida que corro,
se me abre con color de peonía,
y me muero, me muero muchas veces.

Tras mi muerte,
mi hermana se esconde en el bosquecillo, donde hay un
nido de pájaros.
Se la tragó
la corriente amarilla del Río Tangwang

De repente me despierto.
No podré volver, no quiero escuchar
un disparo en medio del sueño con los restos de un grito
sollozante.

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