Un viejo cuento extraño me contaron un día
junto a las hierbas, que no saben nada,
cuando conduce alegre el gran pastor del día
los gigantes rebaños de Occidente;
un viejo cuento extraño me contaron un día
junto a las hierbas, que no saben nada,
sentado en una piedra que no siente.
Hoy bajan sobre el valle de mi alma confundida
—el cuento, el sitio, la estación y la hora,
con la sal del amor, fatal para la vida—
hermosos, como una época historiada;
hoy bajan sobre el valle de mi alma confundida,
el cuento, el sitio, la estación y la hora,
como una vieja página olvidada.
Volaba una hora dulce en el aire, impregnado
de todos los perfumes de la vida...
yo usaba oír entonces la voz del complicado
mar de la tierra, del agua y del viento;
volaba una hora dulce en el aire, impregnado
de todos los perfumes de la vida,
cuando oí, en labios extraños, el cuento.
Quise hacerlo poema, y lo cantaba antaño,
dándole música en mi propio ser;
absorbió en mi cerebro todo el jugo del año
hasta darle su forma con denuedo:
quise hacerlo poema, y lo cantaba antaño
dándole música en mi propio ser,
¡y hoy que quiero escribirlo... ya no puedo!
¡Oh, poema! Un recuerdo legendario me labras,
que sobre el valle de mi alma se aleja;
canción cantada antaño en versos sin palabras,
que, hoy están en mi ser, pero olvidados.
¡Oh, poema!, un recuerdo legendario me labras,
que sobre el valle de mi alma se aleja
como sombra de cuerpos ignorados.