Un placentero ensueño — un joven con su clámide
de dieciocho años y de sonrisa suave—
trajo una noche Eros debajo de mi manta: al aplicar el pecho
a su piel deliciosa, cuánta esperanza hueca cosechaba.
Aún es tibio el deseo en la memoria, y al dormir, con los ojos
a aquel espectro alado siempre quiero dar caza.
Alma de amor perdida, deja de arder en sueños
por vanos simulacros de belleza.