Nadie me saluda en las esquinas del papel.
Ningún dios me acompaña por las calles desiertas.
Pero en los dedos siento el rumor de un secreto
vegetal.
Es como si buscara alargar la mano de los dioses.
Es como arder con el agua en la blancura deslumbrante
de la resaca. Y las palabras de la casa se levantan
la ventana la puerta la cama y la silla.
Son espesas y nítidas presencias en el perfil.
Se forma así un círculo con energía alzada
en las sílabas rellenas por la coherencia del mundo.
Maternas son las sombras en torno un centro verde
que fue tal vez un dios antiguo que se olvidó
y el olvido es su signo: la transparencia.
Poesía de todas la épocas y nacionalidades