Es otoño en Budapest
y caen serenas las hojas de los árboles.
Cae el silencio entre muros y puertas:
las gitanas leen las líneas de la vida
los gitanos las sombras en la mano.
Otoño en el centro del parque
Liszt es música y pasea.
Son las cuatro estaciones entre puentes y muros:
en las ruinas canta un pájaro
sonámbulo.
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Vejeces – José Asunción Silva
Las cosas viejas, tristes, desteñidas,
Sin voz y sin color, saben secretos
De las épocas muertas, de las vidas
Que ya nadie conserva en la memoria,
Y a veces a los hombres, cuando inquietos
Las miran y las palpan, con extrañas
Voces de agonizante dicen, paso,
Casi al oído, alguna rara historia
Que tiene oscuridad de telarañas,
Son de laúd, y suavidad de raso.
¡Colores de anticuada miniatura,
Hoy, de algún mueble en el cajón, dormida;
Cincelado puñal, carta borrosa,
Tabla en que se deshace la pintura
Por el tiempo y el polvo ennegrecida;
Histórico blasón, donde se pierde
La divisa latina, presuntuosa,
Medio borrada por el liquen verde;
Misales de las viejas sacristías;
De otros siglos fantásticos espejos
Que en el azogue de las lunas frías
Guardáis de lo pasado los reflejos;
Arca, en un tiempo de ducados llena,
Crucifijo que tanto moribundo,
Humedeció con lágrimas de pena
Y besó con amor grave y profundo;
Negro sillón de Córdoba; alacena
Que guardaba un tesoro peregrino
Y donde anida la polilla sola;
Sortija que adornaste el dedo fino
De algún hidalgo de espadín y gola;
Mayúsculas del viejo pergamino;
Batista tenue que a vainilla hueles;
Seda que deshaces en la trama
Confusa de los ricos brocateles;
Arpa olvidada que al sonar, te quejas;
Barrotes que formáis un monograma
Incomprensible en las antiguas rejas,
El vulgo os huye, el soñador os ama
Y en vuestra muda sociedad reclama
Las confidencias de las cosas viejas!
El pasado perfuma los ensueños
Con esencias fantásticas y añejas
Y nos lleva a lugares halagüeños
En épocas distantes y mejores,
Por eso a los poetas soñadores,
Les son dulces, gratísimas y caras,
Las crónicas, historias y consejas,
Las formas, los estilos, los colores
Las sugestiones místicas y raras
Y los perfumes de las cosas viejas!
Maldición – María Mercedes Carranza
Te perseguiré por los siglos de los siglos.
No dejaré piedra sin remover
Ni mis ojos horizonte sin mirar.
Dondequiera que mi voz hable
Llegará sin perdón a tu oído
Y mis pasos estarán siempre
Dentro del laberinto que tracen los tuyos.
Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos,
Resucitarán los muertos y volverán a morir
Y allí donde tú estés:
Polvo, luna, nada, te he de encontrar
Poema del desencanto – María Clara González
Una tarde cualquiera
con la brisa
llegó para quedarse
Me tomó de la mano
Buscó abrigo
en mi sangre
se prendó de mi piel
perfumó mi tibieza
Con su soplo de hielo
me consume
LAS CICATRICES – Piedad Bonnett
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
Canción de domingo – María Mercedes Carranza
Es inútil escoger otro camino,
decidir entre esta palabra herida y el bostezo,
atravesar la puerta tras la cual te vas a perder
o seguir de largo como cualquier olvido.
Es inútil rociar raíces
que sean quimeras, árboles o cicatrices,
cambiar de papel y de escenario,
ser arco, cuerda, puta o sombra,
nombrar y no nombrar, decidirse por las estrellas.
Es inútil llevar prisa y adivinar
porque no hay tiempo para ver
o demorarse la vida entera
en conocer tu rostro en el espejo.
Los lirios, el cemento, esos ojos zarcos,
las nubes que pasan, el olor de un cuerpo,
la silla que recibe la luz oblicua de la tarde,
todo el aire que bebes, toda risa o domingo,
todo te lleva indiferente y fatal hacia tu muerte.
Naufragio – Julio Flórez
Lloró cuando la dije: adiós mi vida;
y al través de las gotas de su llanto,
sus inquietas pupilas parecían
dos góndolas azules naufragando.
Mariposas – José Asunción Silva
En tu aposento tienes,
En urna frágil,
Clavadas mariposas,
Que, si brillante
Rayo de sol las toca,
Parecen nácares
O pedazos de cielo,
Cielos de tarde,
O brillos opalinos
De alas suaves;
Y allí están las azules
Hijas del aire,
Fijas ya para siempre
Las alas ágiles,
Las alas, peregrinas
De ignotos valles,
Que como los deseos
De tu alma amante
A la aurora parecen
Resucitarse,
Cuando de tus ventanas
Las hojas abres
Y da el sol en tus ojos
Y en los cristales!
Canción – Piedad Bonnett
Nunca fue tan hermosa la mentira
como en tu boca, en medio
de pequeñas verdades banales
que eran todo
tu mundo que yo amaba,
mentira desprendida
sin afanes, cayendo
como lluvia
sobre la oscura tierra desolada.
Nunca tan dulce fue la mentirosa
palabra enamorada apenas dicha,
ni tan altos los sueños
ni tan fiero
el fuego esplendoroso que sembrara.
Nunca, tampoco,
tanto dolor se amotinó de golpe,
ni tan herida estuvo la esperanza.
Suele Suceder – María Mercedes Carranza
Luego de algunos años
de no verlo,
de nuevo nos encontramos.
No el deseo, como antes,
sino la nostalgia
de aquellos días de deseo
nos llevó a la cama.
La alegría de entonces
fue ternura y el goce
y la voluptuosidad
sólo complacencia.
Ambos, podría jurarlo,
tuvimos la certeza
de habernos sobrevivido.