Archivo de la categoría: Poesía Japonesa

Para el visitante del amanecer – Tetsuo Nakagami

A la hora en que trata de acostarse, cansado de escribir poemas,
se le acercan unos pasos en línea recta, triturando hojas secas.
Vienen hacia la casa del hombre. Desde muy lejos.

Alguien mete la cabeza por la ventana del estudio para leer
los manuscritos, todavía no terminados, que están sobre
el escritorio. Con entusiasmo. Sólo para eso viene él desde
muy lejos. Noche tras noche. Y se va al terminar de leerlos.
Hacia el fondo del bosque.

Cada vez que escribe un poema, el hombre se siente
afl igido, pensando que nadie lo leerá por más que escriba.
Pero ahora, él recuerda con felicidad que sí tiene un lector:
el único lector, cabezón, del mundo.

Esta mañana, el hombre se quedó dormido encima de los
manuscritos de sus poemas. Por el cansancio del día. Él
aguardó con paciencia a que se despertara el hombre. Fuera
de la ventana. Pero se marchó sigilosamente antes de que
Venus desapareciera en el cielo oriental. Hacia el fondo del
bosque.

¿Quién es él? El hombre no tiene la menor idea. Nunca lo
ha visto. Sólo percibe su presencia con seguridad, debido a
la mancha en los manuscritos y el fuerte olor que su cuerpo
deja tras su paso.

El rencor – Yutaka Hosono

El soldado murió golpeado.
Murió golpeado por el cabo
que lo tiró a puñetazos,
lo forzó a levantarse
y lo siguió golpeando.
Finalmente, el soldado cayó de bruces
y murió.
Detrás de la cerca
brillaron los ojos de unos niños
entre los cuales siguen brillando
los míos.
El soldado murió callado,
reprimiendo su cólera, su terror y su reclamo.
¿Cuántos soldados murieron así?
Que no sea la muerte nada más que una pérdida;
que se llene el mundo con las almas
de los que mueren oprimidos.

El agua y Mongolia – Toriko Takarabe

No pienso en el mar cuando tomo agua.
De pie en la cocina,
sólo alzo la mirada hacia el sucio ventilador azul.

No siento ni en el corazón ni en la espalda
las oleadas lejanas de la boca del río o de la bahía.
Que en medio de la llanura de Mongolia, parecida al mar,
haya un paso
con televisor
no se me ocurre, tampoco que el cuerpo humano
sea casi por completo de agua
ni que el alma sea de agua.

Cuando tomo agua,
con cariño corre una oveja por la tráquea
como una pincelada pianísima.
En ese instante el cuerpo sosegado
tiembla con fuerza,
pero no pienso en los mongoles que persiguen las ovejas
cuando el agua atraviesa la garganta

Ni tú pensarás cuando tomas agua
en hombres mongoles.
Ante el eco del sonido gutural,
no se te ocurrirá pensar
que los mongoles caminan hacia la orilla
a grandes zancadas con botas largas de cuero de oveja

Caminen, hasta donde resplandece el agua.
Al soplar el viento sobre la llanura seca de la orilla,
los pastos bajitos ondulan, como si las ovejas
estuvieran dormitando.
Los pastos secos se erizan susurrantes contra el viento,
la agilidad de los susurros movedizos,
¡qué brincos tan suaves!: –nada de esto
lo pensarán cuando el agua atraviesa la garganta.

Sólo de un vaso transparente
tomamos agua a borbotones sin pensar en nada.
Es lo más lógico.

El cielo de la nevera – Ruriko Mizuno

Un bocadillo de invierno en un plato
en cuyo extremo
sin cesar
está nevando.

(El mundo es mítico.)

    Una noche así,
    en un rincón del cielo,
    agoniza un gigante,
    con su campo de cultivo manchado de sangre...

    Una noche así,
    en el revés de las estrellas
    el sol del ocaso burbujea susurrante,
    mientras la madre difunta da a luz un bebé
    sobre la sábana ondulante color rosado.

(El mundo gira varias veces).

Cierro la puerta,
y en la cocina, lejos de la bóveda celeste
lavo las fresas del invierno pleno.
Bajo el encierro del cielo nocturno,
el plato helado
se atrasa
en el sueño.

Pájaro Carpintero – Kazuko Shiraishi

aparece un pájaro carpintero que industrioso
perfora un hueco en la cabaña
un hombre vuela y lo amenaza

durante 8 años el hombre
construyó la casa
para su esposa y dos hijos
entonces
antes de que el pájaro carpintero perforara el hueco
otro invisible pájaro carpintero llegó
y picoteó a la esposa

de ahí la mujer
voló hacia alguna parte
y no regresó más

aparece un pájaro carpintero que industrioso
picotea la cabaña de un hombre

La frase prohibida – Toriko Takarabe

No mires el pozo profundo,
que ahí siempre está muerta la hermana pequeña.
No te despiertes al amanecer,
que escucharás el eco de
los disparos y los retumbos de las orugas

En el mundo aún copian aquella época.
“La vida no tiene sentido”:
al escribir esta frase,
originará una carcajada a mi hermana difunta por primera vez.
“Claro, no tiene ningún sentido”,
sigue escribiendo la poeta con énfasis.

Sobreviviendo como refugiada, mi hermana,
un día antes de su muerte,
tuvo ansiedad por comer una salchicha.
El sentido de la vida que se intensifica día tras día es
siempre carnal.

Urara (ha llegado la primavera) – Toshiko Hirata

Aunque vaya al dentista la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque sea dentista

Aunque florezca la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque reverdezca

Aunque me suba a un autobús la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque se me suba un autobús

Aunque reciba una carta la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque reciba una sarta

Aunque tenga hambre la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque tenga calambre

Aunque baje la escalera la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque baje la marea

Aunque esté sola la primavera es alegre
La primavera es alegre aunque tenga cola

Aunque se me escape mi enamorado la primavera es alegre
¡La primavera es alegre aunque no sea alegre!

Los pechos – Yutaka Hosono

Tú has vuelto a mí
como lo presentí
en la pena desquiciante
de haber estado separados
miles de noches y días
tuyos y míos.

Y a la juventud en que no éramos hábiles
regresamos volando de un tirón.
Y tus pechos que nunca vi
y tus pezones como ciruelas
un poco hundidos tal vez,
aparecen claramente
en mis ojos entrecerrados,
como estaba en aquel entonces.

Por eso, permíteme
tocarlos levemente.
Tu sonrisa coqueta
como rizos de agua me estremece,
y cosquillea mis orejas.

Es demasiado penoso para mí
jurar con el corazón
que nunca dañaría tus pechos.
Por eso te abrazo con fuerza
vestida con el traje de bodas del sueño,
ese que nunca puede recuperarse,
en el césped de medio día donde se alinean las lápidas
en las que han grabado
la pena que me has dado
más allá de millares de noches.

Ulises de estos tiempos – Kazuko Shiraishi

Al volverse, no encontró rostro alguno
ni siquiera uno nuevo que le perteneciese
el rostro es un país
y el suyo era invadido por la ideología roja.
Sin rostro,
sin labios que besar, su propio rostro
dejándolo atrás
se pone en marcha.
Su tierra natal yace bajo un extraño mapa.
Sólo la fi rma del vientre de su madre
es el pasaporte del país natal
busca a tientas un nombre
él dejó su país
él es Ulises
no conoce el regreso.
Ulises, incapaz del retorno
Ulises, sin fecha posible de retorno.
Llevando a su mujer, niños y fl ores,
encendiendo la antorcha de un poema
Le grita al mar abierto:
¿hay alguien?
¿algún rostro que pruebe su existencia?
Mil, millones, billones de cambiantes criaturas
aman el mar nocturno
y las estrellas caen en las olas.
Él escucha su música
en búsqueda infructuosa del país interior.
Se une a los ascetas del amor.
Aunque pueda crear miles,
cientos, miles de rostros
nunca podrá encontrar
ni siquiera palpar
el rostro del país recién nacido.

Así que hoy, otra vez
Ulises cruza el mar
y toca tierra
en un antiguo pueblo del Midwest, en América.
Penetra a un edifi cio
a las dos de la tarde,
nadie repara en él
porque no es asistente personal del Presidente,
ni gánster con revólver,
ni un músculo campeón mundial de boxeo.
Él es alto, y es bello, con una nariz recta
posee una escondida dignidad, y un fuego
pero no es propietario de otras características.
Así que, si no es violento,
ni exhibe sobre el pecho medallas honorífi cas
la gente pasará por su lado, sin verlo,
porque la Filosofía es un ente invisible.
En estos tiempos nadie le tema a los fantasmas,
y si están vivos, menos,
por lo que pasa inadvertido durante miles de años.
No muere nunca.
No le está permitido.
Él es Ulises,
un invisible mito.
Muy borracho me dice:
“¡hoy me siento tan bien!”
Porque realmente puede llegar a estar borracho,
¿es que puede embriagarse en el mar de licor
oyendo las sirenas?
¿Conocerá en verdad a la Sirena?
La voz de la Sirena cambia a Elvis.
¿Es Presley una Sirena?
¿Puede un disco de la era rock and roll
llevarlo hacia Penélope?

Me habla sobre un hombre que visitó la India
nombrado Snyder, ávido de realizarse
me habla del arte de vivir libremente
pensando que es igual a devorar el arco iris.
o a hacer el amor con el mismo arco iris.
Él espera alcanzar esas nubes lejanas
mientras que la Sirena
se duerme sin que le hagan el amor
oyendo un disco de Elvis.

Ulises
se despierta,
regresa del almuerzo
y casi a la hora de acostarse descubre
que no hay rostros que pueblen el espejo
ni el cuarto donde habita,
de pronto se da cuenta que es Ulises
a quien le es imposible regresar.
No puede regresar
carece de país a donde ir.
Desplazándose siempre.
Oigo un blues
del país solitario de ese hombre sin nombre
más allá de ese jazz de Dixieland
retrocedo en el tiempo miles de años
hasta llegar al baño primigenio
del primer nacimiento de este mundo.

El hombre sin brazos – Toshiko Hirata

Un hombre sin brazos estaba de pie
Separados por un semáforo parecido a un puente colgante
él y yo nos enfrentábamos cara a cara
Él no tenía sus brazos
El semáforo cambia su luz a verde
y el hombre vino hacia mí
Yo, fingiendo estar preocupada por algo
me puse a caminar mirando mis zapatos
Después de cruzarme con él
y llegar a la otra orilla
corté el puente y volví mi rostro
Miré su saco viejo
y por un rato contemplé sus dos mangas vacías

Fui yo quien cortó sus brazos
Como si quitara unas ramas innecesarias
se los separé con una sierra
para que no pudiera tomar volante
para que no se pudiera salir abriendo una puerta
para que no se fuera con una mujer
para que no le pudiera agarrar los senos
para que no pudiera ahorcarla
Lo aserré con todas mis fuerzas
Para ser la primera vez lo hice bien
Él también me alabó; lo hiciste excelente
Su cuerpo amputado
quedó sobrio como un árbol del invierno

Pero

Los brazos no dejan de renacer
Para cuando llegue al cuarto de esa mujer
las dos mangas vacías de su saco
se habrán llenado de algo parecido a unas ramas
Aunque se corte su cuerpo por el dorso
los brazos renacerán tantas veces