Archivo de la categoría: Poesía portuguesa

Poema a boca cerrada – José Saramago


      No diré:
      Que el silencio me ahoga y amordaza.
      Callado estoy, callado he de quedarme,
      Que la lengua que hablo es de otra raza.
     
      Palabras consumidas se acumulan,
      Se estancan, aljibe de aguas muertas,
      Agrias penas en limos transformadas,
      Raíces retorcidas en el fango del fondo.
       
      No diré:
      Que ni siquiera el esfuerzo de decirlas merecen,
      Palabras que no digan cuanto sé
      En este retiro en que no me conocen.
       
      No sólo barros se arrastran, no sólo lamas,
      No sólo animales flotan, muertos, miedos,
      Túrgidos frutos en racimos se entrelazan
      En el oscuro pozo de donde suben dedos.
       
      Sólo diré,
      Crispadamente recogido y mudo,
      Que quien se calla cuanto me callé
      No se podrá morir sin decir todo.

Laberinto – José Saramago

En mí te pierdo, aparición nocturna,
En este bosque de engaños, en esta ausencia,
En la neblina gris de la distancia,
En el largo pasillo de puertas falsas.

De todo se hace nada, y esa nada
De un cuerpo vivo enseguida se puebla,
Como islas del sueño que entre la bruma
Flotan, en la memoria que regresa.

En mí te pierdo, digo, cuando la noche
Sobre la boca viene a colocar el sello
Del enigma que, dicho, resucita
Y se envuelve en los humos del secreto.

En vueltas y revueltas que me ensombrecen,
En el ciego palpar con los ojos abiertos,
¿Cuál es del laberinto la gran puerta,
Dónde el haz de sol, los pasos justos?

En mí te pierdo, insisto, en mí te huyo,
En mí el cristal se funde, se hace pedazos,
Mas cuando el cuerpo cansado se quiebra
En ti me venzo y salvo, en ti me encuentro.

Cuestión de palabras – José Saramago

Pongo sobre el papel palabras muertas
Como sellos lamidos de otras lenguas
O insectos atrapados por sorpresa
En el rigor impersonal del alfiler.

De palabras sacadas a subasta
Lleno escenarios de pasmo y de bostezo:
En las puertas me muestro, engalonado,
Pasando flores secas por entradas.

Quién pudiera saber de qué manera
Las palabras son rosas en el rosal.

Intimidad – José Saramago

En el corazón de la mina más secreta,
En el interior del fruto más distante,
En la vibración de la nota más discreta,
En la caracola espiral y resonante,

En la capa más densa de pintura,
En la vena que en el cuerpo más nos sonde,
En la palabra que diga más blandura,
En la raíz que más baje, más esconda,

En el silencio más hondo de esta pausa,
Donde la vida se hizo eternidad,
Busco tu mano y descifro la causa
De querer y no creer, final, intimidad.

Ha de haber – José Saramago

Ha de haber un color por descubrir,
Un juntar de palabras escondido,
Ha de haber una llave para abrir
La puerta de este muro desmedido.

Ha de haber una isla más al sur,
Una cuerda más tensa y resonante,
Otro mar que nade en otro azul,
Otra altura de voz que mejor cante.

Poesía tardía que no llegas
A decir la mitad de lo que sabes:
No callas, cuando puedes, ni reniegas
De este cuerpo casual en que no cabes.

Su belleza – Sophia de Mello Breyner Andresen

Su belleza es total
Tiene la nítida simetría de un Mantegna
Sin embargo como un Picasso de repente
Disloca lo visual

Su torso recuerda el respirar de la vela
Su cuerpo es solar y frontal
Su belleza a fuerza de ser bella
Promete más que placer
Promete un mundo más entero y más real
Como patria del ser

El Dios que es transparencia – António Ramos Rosa

Nadie me saluda en las esquinas del papel.
Ningún dios me acompaña por las calles desiertas.
Pero en los dedos siento el rumor de un secreto
vegetal.
Es como si buscara alargar la mano de los dioses.
Es como arder con el agua en la blancura deslumbrante
de la resaca. Y las palabras de la casa se levantan
la ventana la puerta la cama y la silla.
Son espesas y nítidas presencias en el perfil.
Se forma así un círculo con energía alzada
en las sílabas rellenas por la coherencia del mundo.
Maternas son las sombras en torno un centro verde
que fue tal vez un dios antiguo que se olvidó
y el olvido es su signo: la transparencia.

En silencio descubrí esa ciudad en el mapa – Herberto Hélder

En silencio descubrí esa ciudad en el mapa
a toda velocidad: gota
sombría. Descubrí el polvo que golpeaba
como peces en la sangre.
A toda velocidad, en silencio, en el mapa —
como se descubre una letra
de otro color en medio de las hojas,
temblando en los olmos, en silencio. Gota
sombría en un girasol —
esa letra, esa ciudad en silencio,
golpeando como sangre.

Estaba mi ciudad al norte del mapa, 
en una velocidad llamada
mundo sombrío. Sus peces temblaban
como letras en lo alto de las hojas,
polvo de otro color: girasol que se descubre
como una gota en el mundo.
Descubrí esa ciudad, puliendo tablas
lentas como rosas vigiladas
por las letras de los espinos. Estaba en silencio
como una gota
de savia lenta en una tabla pulida.
Descubrí que tenía alas como una pera
que desciende. Y a esa velocidad
volaba para mí aquella ciudad del mapa.
Yo golpeaba como los peces golpeando
dentro de la sangre —peces 
en silencio, llenos de hojas. Yo escribía,
puliendo en la tabla
todo mi silencio. Y la savia
sombría venía escurriéndose en el mapa
del mundo. En la sombra de la sangre, temblando
como las letras en las hojas
de otro color.

Ciudad que estrecho, batiendo las alas —ella-
en el aire del mapa. Y que estrecho
contra cuanto, temblando en mí con hojas, 
escribo en el mundo.
Que estrecho con el amor sombrío contra 
mí: peces de gran velocidad,
letra monumental descubierta entre el polvo.
Y que yo amo lentamente hasta el fin
de la tabla por donde se escurre
en silencio pulido en otro color:
como una pera volando,
un girasol del mundo.

Ecos – Ana Luisa Amaral

En voz alta, ensayé tu nombre:
la palabra se quebró
Ni eco ínfimo en esta habitación
casi vacío de mobiliario

Casi un tiempo de vida durmiendo
a tu lado y el desapego es esto:
un eco ausente, una ausencia de nombre
repitiéndose

Saber que nunca más: reducida
a una esquina de esta larga cama,
el calor sofocante

En lugar de: mi pie izquierdo
cruzado al lado izquierdo
de esta cama

Tu nombre en un suelo
no de saudades