Los grillos cantan solo en el sueño,
De día los grillos son solo insectos,
Déjalos dormir y protégelos, hierba,
De los días sospechosamente honestos;
Que el Señor cristalino, dueño del rocío,
De la seca y vana verdad los proteja,
Y que aquello que nunca llegarán a vivir
Al menos en sus sueños acontezca;
Atados a sus propias cuerdas,
Deja que en sus pesadillas canten
Su cricrí, ofrenda de gráciles príncipes
A la luna y a su soledad.
Estoy cansada de nacer de la Idea,
Estoy cansada de no morir...
He elegido una hoja,
Mira, naceré de ella,
A su imagen y semejanza, levemente,
Su savia fresca penetrará en mí
Y su nervadura formará mis frágiles huesos;
De ella aprenderé a temblar, a crecer,
Y de tanto dolor llegaré a brillar;
Luego me desprenderé de la rama
Como una palabra de los labios,
Del mismo modo infantil
En que
Muere
La hoja.
Es tan difícil descubrir
Y tan fácil inventar:
Miles y miles de regentes
Para un rey muerto;
Para una única luna
Despliega miles de lagos;
Tengo sed de mí misma
Y bebo solo de espejos.
Miles de palabras a gritos
Para un significado que muere;
Tengo sed de sueño,
Tengo sueño de silencio.
Mi cuerpo
No es más que la armadura
Que un arcángel eligió
Para pasar por el mundo
Y disfrazado así,
Con sus alas vueltas
Hacia dentro,
Con la celada como sonrisa
Herméticamente sellada sobre mi rostro,
Avanza en el fragor de la batalla,
Se deja agredir y manchar
Por miradas viciosas
E incluso acariciar
La chapa de acero de su piel,
Debajo de la cual se va gestando
Un ángel exterminador.
De un extremo al otro del sueño
Me siento acorralada
Ante las inciertas y mal engarzadas
Travesías entre vidas:
Barcas que forman un puente improvisado
Sobre el río revuelto
Presto a separarlas;
Me duermo lento y con cuidado
De no pisar sobre la muerte
Y temo sobre todo el momento de despertar,
Cuando podría resbalar
Hacia una vida ajena
De la que no sabría regresar y en la que todo
Lo que haya habido sea culpa.
Poesía de todas la épocas y nacionalidades