Aquí la acción se simplifica
He derribado el inexplicable paisaje de la mentira
He derribado los gestos sin luz y los días impotentes
He arrojado por encima de la tierra lo que he leído y oído
Me he puesto a gritar
Todos hablaban bajo hablaban y escribían
Demasiado bajo
He hecho retroceder los límites del grito
La acción se simplifica
Pues arrebato a la muerte esta visión por encima de la vida
Que le adjudicaba su lugar ante mí
Con un grito
Tantas cosas han desaparecido
Que ya no desaparecerá nunca nada
De lo que merece vivir
Estoy seguro ahora que el verano
Canta debajo de las puertas frías
Bajo armaduras opuestas
Las estaciones arden en mi corazón
Las estaciones los hombres sus astros
Que tiemblan porque son tan semejantes
Y mi grito desnudo sobre un peldaño
De la inmensa escalera del gozo
Así he aquí el fruto que madura
Quemado de frío escarchado de sudor
He aquí el lugar generoso
Donde no duermen más que los que sueñan
El tiempo es hermoso gritemos más fuerte
Para que los soñadores duerman mejor
Envueltos en palabras
Que hacen bello el tiempo en mis ojos
Estoy seguro que en todo momento
Hijo y abuelo de mis amores
De mi esperanza
La dicha brota desde mi grito
Para la busca más alta
Un grito del que el mío sea el eco
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AQUÍ – Paul Éluard
Una calle abandonada
Calle profunda y desnuda
Donde es fácil a los locos
Más que a los cuerdos vivir
Días sin pan ni carbón
Todo es cuestión de medida
Tantos cuerdos para un loco
Más allá sólo la inmensa
Mayoría del buen sentido
Demasiado creído un día
La calle como una herida
Que no cerrará jamás
El domingo la ensancha
El cielo es de otro lugar
Rey de un país extranjero
Cielo rosa y feliz
Todo belleza y salud
En la calle sin futuro
Que me parte el corazón
Que me priva de mi mismo
Nadie en la calle de nada.
A la que es demasiado alegre – Charles Baudelaire
Tu cabeza, tu gesto, tu aire
Como un bello paisaje, son bellos;
Juguetea en tu cara la risa
Cual fresco viento en claro cielo.
El triste paseante al que rozas
Se deslumbra por la lozanía
Que brota como un resplandor
De tus espaldas y tus brazos.
El restallante colorido
De que salpicas tus tocados
Hace pensar a los poetas
En un vivo ballet de flores.
Tus locos trajes son emblema
De tu espíritu abigarrado;
Loca que me has enloquecido,
Tanto como te odio te amo.
Frecuentemente en el jardín
Por donde arrastro mi atonía,
Como una ironía he sentido
Que el sol desgarraba mi pecho;
Y el verdor y la primavera
Tanto hirieron mi corazón,
Que castigué sobre una flor
La osadía de la Naturaleza.
Así, yo quisiera una noche,
Cuando la hora del placer llega,
Trepar sin ruido, como un cobarde,
A los tesoros que te adornan,
A fin de castigar tu carne,
De magullar tu seno absuelto
Y abrir a tu atónito flanco
Una larga y profunda herida.
Y, ¡vertiginosa dulzura!
A través de esos nuevos labios,
Más deslumbrantes y más bellos,
Mi veneno inocularte, hermana.
EL ÉXTASIS – Paul Éluard
Estoy delante de este paisaje femenino
Como un niño frente al fuego
Sonriendo vagamente los ojos en lágrimas
Frente a este paisaje que mueve todo en mí
Que empaña los espejos que aclara los espejos
Con dos cuerpos desnudos opuestas estaciones
Tengo tantas razones para perderme
Sobre esta tierra sin caminos
Bajo este cielo sin horizonte
Hermosas razones que ignoraba ayer
Y que no olvidaré jamás
Miradas hermosas como llaves hijas de sí mismas
Paisaje donde es mía la naturaleza
Delante del fuego el primer fuego
Buena razón central
Estrella identificada
Y sobre la tierra y bajo el cielo fuera de mi corazón y en él
Segundo brote primera hoja verde
Que el mar cubre con sus alas
Y al fin la luz que surge de nosotros
Estoy delante de este paisaje femenino
Como una rama en el fuego.
CUERPO IDEAL – Paul Éluard
Bajo el gran cielo abierto el mar cierra sus alas
Bordeando tu sonrisa parte de mi un camino
Soñadora de carne luminaria de fuego
Agrava mi placer anula la extensión
Apúrate disuelve mi soñar y mi ver.
El hombre y la mar – Charles Baudelaire
¡Para siempre, hombre libre, a la mar tu amarás!
Es tu espejo la mar; mira, contempla tu alma
en el vaivén sin fin de su oleada calma,
y tan hondo tu espíritu y amargo sentirás.
Sumergirte en el fondo de tu imagen te dejas;
con tus ojos y brazos la estrechas, y tu ardor
se distrae por momentos de su propio rumor
al salvaje e indomable resonar de sus quejas.
Oscuros a la vez ambos sois y discretos:
hombre, nadie sondeó el fondo de tus simas,
tus íntimas riquezas, oh mar, a nadie arrimas,
¡con tan celoso afán calláis vuestros secretos!
Y en tanto van pasando los siglos incontables
sin piedad ni aflicción vosotros os sitiáis,
de tal modo la muerte y la matanza amáis,
¡oh eternos combatientes, oh hermanos implacables!
La Destrucción – Charles Baudelaire
El demonio se agita a mi lado sin cesar;
flota a mi alrededor cual aire impalpable;
lo respiro, siento cómo quema mi pulmón
y lo llena de un deseo eterno y culpable.
A veces toma, conocedor de mi amor al arte,
la forma de la más seductora mujer,
y bajo especiales pretextos hipócritas
acostumbra mi gusto a nefandos placeres.
Así me conduce, lejos de la mirada de Dios,
jadeante y destrozado de fatiga, al centro
de las llanuras del hastío, profundas y desiertas,
y lanza a mis ojos, llenos de confusión,
sucias vestiduras, heridas abiertas,
¡y el aderezo sangriento de la destrucción!
La muerte de los amantes – Charles Baudelaire
Poseeremos lechos colmados de aromas
Y, como sepulcros, divanes hondísimos
E insólitas flores sobre las consolas
Que estallaron, nuestras, en cielos más cálidos.
Avivando al límite postreros ardores
Serán dos antorchas ambos corazones
Que, indistintas luces, se reflejarán
En nuestras dos almas, un día gemelas.
Y, en fin, una tarde rosa y azul místico,
Intercambiaremos un solo relámpago
Igual a un sollozo grávido de adioses.
Y más tarde, un Ángel, entreabriendo puertas
Vendrá a reanimar, fiel y jubiloso,
Los turbios espejos y las muertas llamas.
Mujeres condenadas – Charles Baudelaire
Como bestias inmóviles tumbadas en la arena,
Vuelven sus ojos hacia el marino horizonte,
Y sus pies que se buscan y sus manos unidas,
Tienen desmayos dulces y temblores amargos.
Las unas, corazones que aman las confidencias
En el fondo del bosque donde el arroyo canta,
Deletrean el amor de su pubertad tímida
Y marcan en el tronco a los árboles tiernos;
Las otras, como hermanas, andan graves y lentas,
A través de las peñas llenas de apariciones,
Donde vio san Antonio surgir como la lava
Aquellas tentaciones con los senos desnudos;
Y las hay, que a la luz de goteantes resinas,
En el hueco ya mudo de los antros paganos,
Te llaman en auxilio de su aulladora fiebre.
¡Oh Baco, que adormeces todas las inquietudes!
Y otras, cuyas gargantas lucen escapularios,
Que, un látigo ocultando bajo sus largas ropas,
Mezclan en las umbrías y solitarias noches,
La espuma del placer al llanto del suplicio.
Oh vírgenes, oh monstruos, oh demonios, oh mártires,
De toda realidad desdeñosos espíritus,
Ansiosas de infinito, devotas, satiresas,
Ya crispadas de gritos, ya deshechas en llanto.
Vosotras, a quien mi alma persiguió en tal infierno,
¡Hermanas mías!, os amo y os tengo compasión,
Por vuestras penas sordas, vuestra insaciable sed
y las urnas de amor que vuestro pecho encierra.
Solamente deseo amarte… – Paul Éluard
Solamente deseo amarte
Una tempestad llena el valle
Un solo pez el río
Te he hecho
A la medida de mi soledad
Todo el mundo para esconderse
Días y noches para comprenderse
Para contemplar en tus ojos
Todo lo que pienso de ti
Y de un mundo hecho a tu imagen
Y las noches y los días gobernados por tus párpados.