Las manos – José Watanabe

Mi padre vino desde tan lejos
cruzó los mares,
        caminó
        y se inventó caminos,
hasta terminar dejándome sólo estas manos
y enterrando las suyas
             como dos tiernísimas frutas ya apagadas.

Digo que bien pueden ser éstas sus manos
encendidas también con la estampa de Utamaro
                               del hombre tenue bajo la lluvia.

Sin embargo, la gente repite que son mías
aunque mi padre
multiplicó sus manos
         sólo por dos o tres circunstancias de la vida
o porque no quiso que otras manos
              pesasen sobre su pecho silenciado.

Pero es bien sencillo comprender
         que con estas manos
también enterrarán un poco a mi padre,
                 a su venida desde tan lejos,
         a su ternura que supo modelar sobre mis cabellos
cuando él tenía sus manos para coger cualquier viento,
                                      de cualquier tierra.

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