septiembre, 2 – Vicente Gallego

Es ahora la vida		
esta extraña y frecuente sensación		
de sopor y distancia,		
y es también una luz que vela el mundo:		
salir del caserón tras la comida,		
recorrer bajo el sol la carretera		
con los ojos ardientes de un verano		
y sentarme en la roca frente al mar.		
Abandonarme entonces		
al sonido sin pausa de la tierra		
mientras me vence el sueño algún instante		
y me moja las sienes con su agua bendita.		
Descubrir con asombro renovado		
al pescador que vuelve cada tarde,		
como vuelven las olas,		
como vendrá la brisa con la noche.		
Y esperar otra vez sobre la roca,		
abrumado en el centro de la vida,		
a que la sombra inunde		
lentamente mi sombra.

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