VEO morir las tardes junto al mar
desde una baranda en Travancor
en donde leo a Borges. Hay jardines
con perros color luna y bibliotecas.
La memoria, sus plazas de palomas,
el desembarco de los portugueses,
la noche de Panjim, sin ataduras,
en que bebí licor mal destilado,
y este amor que se acaba lentamente
al igual que las tardes junto al mar,
bajo la tenue luz de salones de música
y la frondosidad de las palmeras.
Porque temer la noche
no es tan sólo un oficio de cobardes
o viajeros ociosos.
Es pensar en las celdas de septiembre
e ir por tu cuerpo como por las viñas:
la embriaguez transitoria y luego el desarraigo
como única forma de regreso.
Veo morir las tardes junto al mar,
con miedo a la palabra y sus astillas.
El doble filo de la dualidad
nos hace vulnerables
más allá del ocaso y de los patios
con la ropa tendida.
«Veo morir las tardes junto al mar,
con miedo a la palabra y sus astillas». Magnífico m
Me encantan tus poemas.
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«Veo morir las tardes junto al mar,
con miedo a la palabra y sus astillas». Magnífico.
Me encantan tus poemas. Buen día.
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