La granizada nos sorprende al llegar a casa. Cerramos las ventanas, pero no sirve, aquí adentro hiela. Las rosas palidecen, el gato parece amoratado y nosotros, más quietos cada vez, más ateridos.
Deberíamos tenerle miedo al enfriamiento.
Deberíamos,
tú y yo tendríamos que jugar con fuego para no morirnos de frío.