A Eugenio de Nora – Blas de Otero

Hay una rabia dentro de los ojos,
una rabia de Dios y de los hombres,
y de ti mismo y de mí mismo. Nada
es comparable a un mar que ya se rompe.

Que ya no puede más. Pero nosotros
insistimos, entramos por la noche
no con las manos, no, tendidas, nunca:
gritando a voces y llamando a golpes.

¡A fuerza de querer que se despierten,
palios de luz, penumbra de rincones,
todo, lo desgarramos, no queremos
limosna: manos no, garras insomnes!

Amigo mío, mi cansancio es bello.
Se parece a ese ruido de los bosques.
Cualquier día sabrás que me he callado,
como hice ayer, para inventar más nombres.

Tú y yo, cogidos de la muerte, alegres,
vamos subiendo por las mismas flores:
un manto rojo, en pleamar, el tuyo;
un manto verde, como el mar, el monte.

Apóyate. Ay, apoyémonos.
No te importe ser mástil. Que se ahonde
más, y que, hendiendo por el fondo, falte
arriba poco para hender los soles.

Deja un comentario

Este sitio utiliza Akismet para reducir el spam. Conoce cómo se procesan los datos de tus comentarios.