Me doy, grita el vencido. Es decir: te pertenezco, renuncio a mi identidad y a mi dignidad, a mi condición humana. Desciendo a res (en español y latín): bestia, cosa, animal que puedes uncir al yugo o bien sacrificarlo en el altar de tu triunfo.
El vencedor, en la ebriedad de si mismo, no alcanza a ver la sombra que proyecta su víctima: la espada de la venganza, el espectro del guerrero que se dispone para ser otra vez verdugo de quien creyó eterno su poderío y sin embargo muy pronto dirá también: me doy y bajará la cabeza, humildemente como el lobo vencido.